Abr 26, 2018

Cuando éramos pastores

El abrigo de San Cristóbal, de Redil Neolítico a Lugar Sagrado.

San Cristóbal

SEIS mil años de Prehistoria e Historia de Rioja Alavesa reunidos en un artículo del Blog.

De todos es conocido que el patrimonio histórico, artístico y cultural de Rioja Alavesa es enorme. Prueba de ello son los numerosos palacios, iglesias, casas fuertes, arquitecturas funerarias prehistóricas o yacimientos, tanto al aire libre como preservados en el interior de cuevas y abrigos rocosos, que se reparten por todo el territorio.

Muchos son bien conocidos al emplazarse en zonas urbanas o próximos a ellas y de acceso sencillo. Otros, al contrario, se sitúan en lugares de acceso complicado y su conocimiento es más escaso.

Javier Fernández Eraso *

En esta aportación al Blog, me voy a referir al abrigo de San Cristóbal que excavamos, desde la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, entre los años 2007 y 2015.

San Cristóbal

EMPLAZAMIENTO del Abrigo de San Cristóbal.

El abrigo se localiza en la vertiente meridional de la Sierra de Cantabria-Toloño, que así se denomina en el mapa del Instituto Geográfico y Catastral de escala 1/50.000, en las inmediaciones del lugar que denominan Fuensagrada y que, en alguna ocasión, escuché que lo referían como el Payo de los Cabrones.

El sitio posee una historia muy dilatada en el tiempo a la vez que interesante y, por qué no, curiosa. La primera ocupación del abrigo se produjo hace 6010 años por gentes neolíticas.

El Neolítico es el periodo histórico en el que la humanidad comenzó a producir sus alimentos, pasando de ser cazadores-recolectores, nómadas o seminómadas, a pastores y agricultores asentados de manera permanente en un lugar. De esta forma surgen diferentes maneras de ocupar y gestionar el territorio.

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CATEDRÁTICO Fernández Eraso en el interior del que fue Redil Neolítico y posterior Ermita. 

En Rioja Alavesa debieron de existir varios poblados similares a los localizados en La Renke (Mijancas-Santurde) o al de Los Cascajos (Los Arcos, Navarra). Estos poblados poseerían un territorio de explotación propio en que se asentaría, el poblado en sí, las tierras de laboreo y zonas de la Sierra en las que alimentar el ganado en las épocas estivales.

Unidades económicas de explotación que, avanzado el Neolítico, se dotarían de tumbas megalíticas, los dólmenes, en los que depositar los restos de sus difuntos. Además, servirían para advertir a los foráneos que aquellas tierras tenían propietarios desde tiempo atrás.

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RECONSTRUCCIÓN del vaso impreso de tipo cardial recuperado en Peña larga.

Los primeros indicios del Neolítico en Rioja Alavesa han sido encontrados en el abrigo de Peña Larga (Cripán) y se corresponden con un grupo de pastores que alcanzó esta tierra hace 6720 y, procedentes del Mediterráneo, trajeron ovejas domésticas, cerámicas decoradas con impresiones de conchas de berberechos y utensilios para cazar y recolectar.

En otros abrigos de la Sierra, Los Husos I, Los Husos II, Peña Parda, San Cristóbal, se han encontrado, también, restos de esta época o asociados a actividades relacionadas con la ganadería.

En San Cristóbal la primera ocupación neolítica parece tener un carácter diferente a juzgar por el gran número de restos de talla localizados durante las excavaciones, de manera que no estaría ligada a actividades ganaderas sino a grupos de cazadores que buscaron refugio en su interior.

Sin embargo, esta actividad tan especializada duró muy poco tiempo y desde hace 5930 años ya se registran actividades relacionadas con el pastoreo, pasando de ser refugio de cazadores a redil en el que guardar el ganado.

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ESTRATIGRAFÍA del yacimiento de San Cristóbal. Se observa la quemas durante 1000 años.

La existencia de abrigos o cuevas rediles se ha documentado por todo la orla mediterránea, incluso en tierras más interiores. En el País Vasco se han localizado en Álava y en Bizkaia, también en otros yacimientos de la Cornisa Cantábrica en comunidades limítrofes a la nuestra, pero son más abundantes en Levante.

Estas actividades de tipo pastoril quedan marcadas en el registro arqueológico ya que, periódicamente, los residuos se queman con el fin de sanear el lugar. La forma en que se hace se repite de manera recurrente durante milenios.

La ocupación de los abrigos-redil es estacional, es decir, se utilizan en periodos que abarcan desde primavera hasta finales de verano. Antes de utilizar el recinto se prepara para poder albergar a un grupo, no muy numeroso, de cabezas de ganado. Sobre el suelo se deposita una cama que, en los abrigos de la Sierra, está formada básicamente por hojarasca, y se procede a realizar una empalizada a modo de cierre. En varios niveles, a diferentes profundidades, se localizaron hileras de hoyos de postes que sirvieron para delimitar el recinto destinado a albergar a los animales.

Tras el periodo estival, el ganado es bajado de la Sierra y guardado en el interior de los diferentes poblados. Al año siguiente, antes de volver a ocupar el sitio, el residuo de heces se amontona, se colocan pequeñas ramas en su superficie y se le prende fuego. Los montones de estiércol, según se ha podido comprobar, se reducen un 10% de su tamaño original, de manera que un amontonamiento de un metro de altura proporcionaría un resto de unos 10cm de espesor.

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MONTONES de ceniza superpuestos.

Los restos que dejan esas quemas no son homogéneos en su interior, están formados por diferentes capas según la materia que ardió en cada zona. Desde la base hasta la zona más elevada encontramos, en primer lugar, una tierra de color rojizo, rubefactada (quemada) que al tener sobre ella un fuego vivo adquiere esa tonalidad. En segundo lugar, una tierra negruzca, con frecuencia endurecida, que se identifica con la superficie del establo que los animales pisaron y en la que depositaron sus excrementos. Sobre ella se acumula una capa de tonalidad parduzca que no es otra cosa que las heces quemadas.

Por último, se observa una capa de cenizas blanquecinas que procede de la madera que se utilizó para que el montón comenzara a arder. En San Cristóbal hemos podido detectar momentos en los que se quemó la empalizada del recinto. También, mediante el análisis químico de coproestanoles conservados en el sedimento, se ha podido determinar que los animales que allí se encerraban eran ovejas.

Una vez que se realizaba esta quema, se volvía a colocar una nueva cama para el ganado y así sucesivamente. Los montones para las quemas no se colocaban siempre en el mismo lugar, por ello hoy encontramos series de montones superpuestos. En San Cristóbal, en uno de los niveles arqueológicos, pudimos documentar hasta siete formaciones superpuestas.

Estas prácticas pastoriles, en este abrigo, se prolongaron, al menos, hasta la Edad del Bronce. En otros abrigos de la Sierra, como es el caso de Los Husos I, se pueden rastrear hasta la Edad del Hierro.

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Materiales recuperador en el yacimiento.

Durante la Edad del Bronce se produjo el desprendimiento de parte de la bóveda del abrigo. Desde esta época hasta finales de la Edad Media, no existen niveles arqueológicos en el interior del abrigo. Sin embargo, tenemos constancia de que fue utilizado, no sabemos con qué fin, durante la Edad del Hierro y en época Romana, pues en zonas removidas en época medieval localizamos cerámicas de la primera etapa señalada y fragmentos de terra sigillata hispana y cerámica común romana.

Posiblemente a finales siglo XIV o comienzos de XV de nuestra Era se construye una ermita, que dependía del obispado de Calahorra, aprovechando las paredes y la bóveda del abrigo. Para ello se alisó la superficie del abrigo, eliminando así parte de los niveles arqueológicos, se trajo, desde el valle, piedra arenisca para levantar los muros. Puertas, ventanas y esquineras fueron realizadas con piedras cuidadosamente labradas.

Para la bóveda se aprovechó la propia del abrigo, en caliza, y el resto se hizo con travertino cuya cantera se localiza en las proximidades de Peña Parda junto al sendero que accede a San Cristóbal. Esta es una piedra porosa y muy ligera pero que si se moja absorbe gran cantidad de agua multiplicando su peso. En la parte alta de la bóveda rocosa se tallaron mechinales en los que apoyar las vigas de la techumbre y se talló un canal para asegurar que el agua no se filtrara al interior.

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INTERIORES de la ermita de San Cristóbal.

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EXTERIOR de la ermita de San Cristóbal.

El muro, por la parte interior, fue estucado en blanco y sobre él se dibujó, en negro, el despiece de sillares para conferir al recinto un aspecto más noble. En la parte este se talló una hornacina en la que sujetó un retablo con argamasa y, sobre él, con estuco se realizó una especie de bóveda de crucería simulando, de igual manera, el despiece de las piedras. En la pared norte del abrigo se pintaron cruces de color rojo para señalar las estaciones del via crucis.

Próximo a la pared este, donde se supone que pudo haberse instalado un altar, se tallaron pequeñas peanas y, al existir una resurgencia de agua, se construyó una especie de pila, de sección cuadrada, cuyo frente fue estucado en blanco y se decoró con pinturas en negro, una especie de friso en cuyos extremos se advierten unos picos triangulares.  Adosado al muro se levantó un púlpito de planta cuadrangular construido con sillares muy bien ejecutados.

La fecha de esta construcción se puede asociar a la de una moneda que fue recuperadas en la base del muro junto a la puerta de acceso. Se trata de un hardi (la moneda acuñada por los príncipes) de Enrique IV de Inglaterra, Duque de Aquitania que reinó entre 1367 y 1413.

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HARDI de Enrique IV de Inglaterra, Duque de Aquitania.

En el interior del recinto, ya sagrado, se excavó una fosa en la que se recuperaron restos humanos de unos nueve individuos, posiblemente de los ermitaños, junto con cuentas de rosario, broches de capa y dos monedas, una es un cornado de Felipe II, acuñado en Navarra, y la otra un vellón de Felipe IV.

Junto a la ermita, al exterior no adosada a ella, se construyó una casa utilizando la misma piedra y técnica para albergar a los ermitaños.

La ermita estuvo en uso hasta el siglo XVIII. Posiblemente algún derrumbe de piedras rompieron las tejas. Ello hizo que la bóveda de travertino se empapara de agua y no pudiera resistir su peso, por lo que se desplomó. Todos los libros y enseres de la ermita, según relato de Zoilo Calleja, fueron depositados en la iglesia de San Juan de Laguardia y el recinto abandonado definitivamente.

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FOTOGRAFÍA de los días posteriores al derrumbe.

El año 1999 realizamos un pequeño sondeo en el interior de la ermita descubriendo la fosa, algunos silos de almacenamiento y niveles de cenizas superpuestos. Tras realizar varias excavaciones en los abrigos del sur de la Sierra (Los Husos I, Los Husos II, Peña Parda) y al norte (Las YurdinasII en Peñacerrada), volvimos al abrigo el año 2007. Realizamos campañas de excavación seguidas hasta 2015 en que finalizamos la actividad arqueológica en la Sierra tras treinta años de trabajos.

Durante el periodo de excavación, en el invierno de 2014, se produjo un corrimiento de tierras en la Sierra, desplazando toneladas de lodo y piedras. Esa corriente de barro cayó sobre la ermita destrozando el muro exterior, la ventana y la puerta y rellenando el sondeo en el que estábamos trabajando. Era un agujero de tres por cuatro de lado y unos cuatro metros de profundidad.

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GRUPO que trabajó tras el derrumbe, con el profesor Fermández Eraso (segundo por la izq.)

San Cristóbal

INTERIOR de la Ermita en la actualidad.

En esa campaña habíamos alcanzado ya niveles de más de 5000 años, culturalmente pertenecientes al Neolítico Antiguo. No podíamos dejar el abrigo sin saber cómo terminaba. Durante los meses siguientes vaciamos el agujero, recuperamos las piedras de la ventana, casi toda, y las dovelas del arco de la puerta, menos una, y en el mes de julio pudimos reanudar las excavaciones alcanzando, esta vez sí, la roca de base.

Una vez terminada la excavación y habiendo recogido abundantes muestras del sedimento, cubrimos los perfiles con geotextil y procedimos a rellenar el agujero para evitar accidentes y en cumplimiento de la normativa de la DFA/AFA que regula la actividad arqueológica en el Territorio.

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ESTADO actual de la ermita de San Cristóbal.

Hasta aquí un pequeño resumen de la historia de un lugar que hoy languidece y aguarda su desaparición total. La naturaleza recuperó para sí ese sitio que los humanos habíamos hecho nuestro durante milenios.

¿Pero, vamos a dejar que se pierda este retazo de nuestra historia?

¿No vamos a ser capaces, entre todos, de rehacerlo, consolidarlo y conservarlo?

 

 *Catedrático de Prehistoria de la Universidad del País Vasco UPV-EHU.

 

18 respuestas a “Cuando éramos pastores”

  1. Arene Amezaga dice:

    Gracias Profesor, he aprendido mucho con su artículo, que divulga muy bien las riquezas de un Patrimonio. Y algunas de nuestras debilidades. Eso también. Sus preguntas finales son muy importantes.

    He sentido una gran curiosidad por el lugar donde se encuentra el abrigo d San Cristóbal, y los restos de la Ermita. Parece de difícil acceso. ¿Me puede dar unas coordenadas para acceder a él un día de estos? Muchas gracias y enhorabuena!

    • Blog Rioja Alavesa dice:

      Muchas gracias por tu comentario, Arene.

      En previsión de que los propios -y los ajenos- de la Comarca tengan intención de acercarse hasta los restos de la Ermita, Javier Fernández Eraso nos ha dejado la siguiente indicación:

      En el artículo ya dice que el abrigo se localiza en la vertiente meridional de la Sierra, en las inmediaciones del lugar que denominan Fuensagrada.

      «A él se puede acceder siguiendo el camino que va desde Berberana a Peña Parda. Antes de llegar a este último lugar se toma una senda de tierra que conduce a una captación de aguas junto a una formación de travertino. El sendero se empina y discurre entre encinas y madroños, para allanarse, tras un estrecho paso entre rocas. Superado este obstáculo el camino conduce hasta las ruinas de la ermita y continúa hasta otra captación de aguas situada sobre el gran depósito de aguas».

      Son sus indicaciones. Saludos cordiales.

  2. Fernando m. Bujanda dice:

    Qué interesante y brillante lección de historia.
    Además, qué fácil nos lo hace a los profanos de la materia.
    Las preguntas finales, son un golpe a nuestra desidia. Merecen la pena.
    Enhorabuena profesor .

  3. Ruth dice:

    Cuantísimo disfruto de estas pinceladas mágicas sobre nuestro «otro» patrimonio. Ese que tanto descuidamos, unas veces por desconocimiento y otras por desidia. Gracias por recordarnos de dónde venimos y gracias por hacer que suenen ecos en nuestras mentes: ¿Pero, vamos a dejar que se pierda este retazo de nuestra historia? ¿No vamos a ser capaces, entre todos, de rehacerlo, consolidarlo y conservarlo?

    Merecido tirón de orejas… valoremos, cuidemos y preservemos nuestra historia. ¡Un abrazo!

  4. Miren Gamboa dice:

    Rioja Alavesa es poesía. La sencillez en la manera de habitar la comarca. Los rincones encontrados para sobrevivir. Las primeras fogatas de aquellos tiempos. El fluir de los rebaños entre el valle y la sierra. La manera de mirar de sus investigadores, la forma de narrarlo. Es poesía. Imaginar mil cambios no contados, latentes, que están aquí.Muy agradecida al artículo del catedrático Fernández Eraso. Muy agradecida al blog. Saludos.

    • Blog Rioja Alavesa dice:

      Nosotros, Miren Gamboa, muy agradecidos por tu lectura. Por contarnos hasta los límites insondables que te lleva. Saludos cordiales.

  5. Kepa Urdangarin dice:

    Es lo que tiene la docencia. Que de vez en cuando se recibe una clase magistral. La lección de mirar con la profundidad de la historia, de saber que nuestras raíces llegan muy lejos, la lección de cómo respetar y cuidar el patrimonio.

    «¿Pero, vamos a dejar que se pierda este retazo de nuestra historia?» «¿No vamos a ser capaces, entre todos, de rehacerlo, consolidarlo y conservarlo?»

    Eskerrik asko!

  6. José Ángel Chasco dice:

    Me gustaría añadir, al excelente artículo del catedrático Javier Fernández Eraso, sobre el abrigo pastoril neolítico de san Cristóbal, unos datos sacados de una escritura notarial del siglo XVII acerca de la vida y de los bienes que el ermitaño poseía.

    El documento es del año 1609. Por entonces, vivía en la casa y ermita del Señor san Cristóbal Fray Juan de la Roca con su criado. Fue admitido como ermitaño por el concejo y vecinos de la aldea de Berberana, a cuya parroquia de Santa María pertenecía el santuario. Berberana fue pueblo durante las edades Media y Moderna, hasta convertirse en mortuorio en el siglo XVII.

    El alcalde de Berberana, Pedro de Villaverde, y el regidor, Asensio de Armentia, entregaron en contrato al nuevo ermitaño de san Cristóbal todos los bienes de la ermita. Por los utensilios inventariados y dados a Fray Juan de la Roca sabemos que, además de ermitaño, también era apicultor. El manuscrito cita que le dieron una artesa, dos cedazos, una cernedera y dos hierros de catar abejas, dos “azinas” para sacar miel, dos caretas de protección, 18 vasos con abejas y otros 24 vacíos.

    A la hora de vivir en esta ermita, que también era vivienda, le impusieron dos condiciones. Solo podían vivir dos personas, el ermitaño y su criado. Además, debía pedir licencia al concejo de Berberana para cortar la leña que necesitara, no pudiéndola dar ni vender.

    La ermita, como es lógico, contaba con numerosos ornamentos y enseres religiosos, los cuáles aparecen descritos en el documento: misales, cálices, patenas, campanilla, casullas con sus estolas, albas con sus amitos, corporales, frontales, manteles, paños, aras, arcas, cruz, etc., y una campana. Estaba, por tanto, muy bien surtida. Albergaba la figura de un Ecce Homo y unas tablas pintadas con las figuras de santos, entre los que curiosamente destacaba san Miguel, no existiendo imagen de san Cristóbal.

    El ermitaño dormía en una cama de haya vieja y tenía para realizar la vida cotidiana tinajas de aceite, media fanega, un celemín, calderas, trébedes, tres asadores, tenazas, martillo, escalera, hacha, linterna, arca de haya vieja… Los devotos que subían a esta ermita en romería, probablemente el 10 de julio festividad de san Cristóbal, eran numerosos, pues contaba el ajuar doméstico del ermitaño con 42 platos, 36 escudillas, once bancos y siete tablas de mesa con sus pies.

    El escritor laguardiense Miguel Martínez Ballesteros (“El Libro de Laguardia”, 1874) nos cuenta que los dos últimos ermitaños de San Cristóbal fueron Fray Miguel y el Hermano Juan, según el libro sacramental de entre los años 1553-1676.

    • Blog Rioja Alavesa dice:

      Muchas gracias, José Ángel Chasco, por compartir una de esas historias que has ido atesorando en la Comarca. Tu tesoro es ahora de todas y todos. El Blog es un buen paño de oro para bien guardarlo junto con las tinajas de aceite, la media fanega, un celemín, calderas, trébedes, los tres asadores, tenazas, martillo, escalera, linterna, el arca de haya vieja… Gracias a la escritura han cobrado todos ellos vida de nuevo.

      Saludos cordiales!

  7. miguel Larreina dice:

    Excelente artículo de Javier y gran aportación complementaria de José Angel.
    San Cristóbal, protector de los viajeros, su nombre ya nos habla de esa trashumancia pastoril durante miles de años, de ese ir y venir de arrieros, ganados y viajeros, atravesando la Sierra. La Historia del Vino de Rioja Alavesa es la suma de docenas de lugares como San Cristóbal. Tenemos todos la obligación de defender esa historia, especialmente las bodegas que se enriquecen con ella y a las que nada costaría asumir una barata labor de mecenazgo.

  8. Javier Fernández Era dice:

    Gracias a todos por sus aportaciones que no hacen sino incrementar el valor y la importancia que tiene este sitio para nuestra historia.

    Creo que habría que hacer algo para recuperarlo.

  9. Agradezco Fernando tus fantásticas aportaciones y aprovecho para intentar hacer ver que no podemos ahogar semejante singular riqueza con ideas políticas muy recientes. Para Rioja Alavesa exigiría amnistía porque somos muy pocos y un poco ácratas… no merece la pena dividirnos.

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