Venero la función para la que fuiste creada en el remoto pasado. Pienso en los que bebieron del vino que ayudaste a envejecer, el néctar al que ofreciste una porción de eternidad, el sol de los sueños, la alegría desbordante de un instante de suspiros.
Ajada, cubierta por la herrumbre, expulsada del paraíso, perforada y carcomida, como un fantasma alejado de la bodega. Un objeto que aspira a convertirse en virutas de la nada, a deshacerse sin que nadie te eche en falta.
Ya no eres útil, y sin embargo conservas en tu cintura de hierro la vocación de mantenerte unida en tus pliegues. El deseo de acunar en tu vientre curvado el aliento cálido del verano que viene de camino para iluminar con uvas las laderas cercanas del río Sil.
Disculpa que te deje en la esquina de esta aldea, harta de humedad, sin dueño que levante tu vetusto cuerpo. Perdona que no te devuelva rodando hasta el bosque cercano de robles gallegos, donde todos esos carvallos mueren de pie, como tú, sin hojas y en un silencio sepulcral.
Quisiera imaginar que aún no estás muerta, barrica, que te impulsa una luz invencible, aquel fuego con el que curvaron las duelas de tu cuerpo.
Alma de parra. Envejeciste a la vez que tus creadores, de la mano de los que vertieron tu vino un año tras otro en cántaras y porrones. Caíste al precipicio como los que reposan en el cementerio situado junto al muro de la iglesia de Amandi. No sé si esperas a alguien que ya no vendrá. O si deseas que el fuego te libere de una vida sin uvas, sin pétalos, ya sin amor, sin vino.
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Qué decir!
Maravilloso post!!!
Gracias, Arene
Hermoso texto!!!
Gracias, Kerman
Tú has escrito sobre una barrica vieja, en desuso, y yo he pensado en tantos humanos abandonados a su suerte a la intemperie… O en los ancianos de aquellas residencias de antes. No sé. Es un homenaje a tantas cosas…
Eskerrik asko!
Milesker, Maren
Palabras contra el olvido.
Eres también el dios de las pequeñas cosas!!
Gracias, Dora
Tal vez sea la guardiana de la memoria, mimetizada para pasar desapercibida en esa calle estrecha, en esa pequeña aldea, a la espera del aquel o aquella que regrese de ese largo viaje, tal vez del exilio, para sentarse junto a ella, y que tras mirarla y acariciarla se sienta de nuevo en casa
Tal vez este solo esperando…
Gracias, Alberto