Finalmente se aportaron 4.500 cántaras de vino, como decir 72.000 litros que obraron el milagro de las uvas que con su multiplicación en miles de ducados -la moneda de la época- se vistieron las imágenes de los colores más finos de Florencia, de carmines de Indias, de azules, cenizas y finos esmaltes.
Con ellos se dio color a la vida de las estatuas silenciosas y, entiéndanme bien, al pórtico de la Gloria de Rioja Alavesa.
Aconteció el 31 de Agosto de 1698. Se reunieron varios beneficiados de la parroquia (una especie de cabildo de las catedrales actuales) con un grupo de feligreses de Santa María. El objetivo era policromar el pórtico y los dos altares laterales ubicados en las paredes laterales a izquierda y derecha del mismo dedicados a santa Lucía y San Roque.
Allí valoraron que el proyecto era de “mucho coste y estimación”. No obstante, la fábrica de la parroquia (la administración) solo podía aportar seiscientos ducados, cuando el coste total de la obra ascendería a dos mil ducados.
En aquella reunión acordaron que los feligreses de la parroquia contribuirían de la siguiente manera: unos darían de su cosecha de uva “un total de ochenta cargas, una; y de cuarenta, media carga, según fuera la cosecha”, lo que quiere decir que 80 agricultores (los más pudientes) entregarían 80 cargas de 184 kilos; y 40 agricultores, más modestos, harían lo propio con cuarenta medias cargas de 92 kilos.
Esa aportación de uva se llevaría a cabo durante cuatro años a partir de la cosecha de 1699.
Explica el sacerdote de Laguardia, Antonio Mijangos, que cada mula o burro llevaba entonces dos comportas (una en cada lomo), de tal manera que transportaban en cada carga 184 kilos. Es decir, 92 kilos por comporta.
En total aportaron unas 4.500 cántaras de vino para la obra, sabiendo que cada cántara equivale a 16 litros de vino. Este donativo se consideraría como pago de una segunda primicia.
A la primera reunión del 31 de agosto de 1698 asistieron 61 vecinos, a los que se sumaron más tarde setenta y dos; en total, ciento treinta y tres contribuyentes para la obra del policromado.
El 5 de septiembre del mismo año de 1698 se firmó el contrato de ejecución con el maestro Juan Francisco de Ribero y Arredondo. La obra debía estar terminada y entregada para el 8 de Septiembre de 1702, siendo precisamente el 15 de agosto de 1702 el último de los cinco plazos de entrega del dinero presupuestado
Consta en el Archivo Histórico Provincial de Álava (AHPA) que tuvieron que apelar a más préstamos en dos ocasiones, en la cuantía de 900 y 400 ducados, saliendo fiadores varios feligreses, que llegaron a hipotecar sus fincas.
En el contrato de obra que se hizo con el maestro Juan Francisco de Ribero y Arredondo se especifican los trabajos previos de limpieza, cerramiento de las grietas en la piedra, emplastecer bien las uniones, etc.
Además de señalar la clase de pintura, la forma de hacer la policromía, la calidad de los colores hechos con aceite de linaza o de nueces según los puntos de policromía, la calidad del oro “que nunca deberá estar mezclado con plata porque oscurece los colores”…
Y entonces surge la magia de la policromía con solo leerlo, con pronunciarlo apenas, pidiendo en el contrato de obra que las figuras del pórtico sean pintadas con “carmines de Indias, los más finos de Florencia, azules, cenizas y finos esmaltes…”
El contrato es más preciso aún, señalando que corre a cuenta del contratista el nuevo vestido de la Virgen “con su manto airoso y echo (sic) con toda perfección”.
Por último, cabe destacar que del altar de Santa Lucía, que entonces estaba colocado al lado derecho del pórtico, y el de San Roque, situado en el izquierdo, se indica que los lienzos que sirven como fondo de escenario deben ser jaspeados “con lista de oro dando buelta (sic) a buscar los apóstoles como la demás obra”.
De todo ello levantó acta el escribano (que era el notario de la época) Juan de Azazeta, según el protocolo 7488 del año 1698, y el protocolo 787 del año 1700.
“El vino y el cereal fueron a principios de siglo XVIII la gran riqueza que se enviaba al norte -indica al Blog el sacerdote Antonio Mijangos-. Aquellas carretas de los arrieros eran tiradas por bueyes o por diferentes caballerías, y hacían por entonces diferentes Rutas: la del vino y la del cereal hasta Bilbao. Y la de la lana, desde Cameros a Bilbao. Después, desde la costa vasca, harían de vuelta la Ruta del Pescado”.
Hemos mencionado que a finales del XVII existían en el pórtico de Santa María de los Reyes de Laguardia dos altares laterales dedicados a Santa Lucía y San Roque, que allí se mantuvieron hasta principios de siglo XX, cuando esos altares se desmantelaron para pasar al interior de la iglesia, conservándose en la actualidad las figuras de San Roque y Santa Lucía.
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Es impresionante de bonita la iglesia. No digamos la hermosa historia de su preciosa policromía, tan bien contada e ilustrada por el director del blog. Me gusta mucho ver iglesias y ésta de Laguardia es bellísima.
¿Qué le pasaría a San Roque en la rodilla?, por cierto. Voy a ver si lo descubro.
Muchas gracias, Karmele. Lo de San Roque lo tienes fácil.
Un cordial abrazo.
Bendito vino cantado una y mil veces por los poetas. Nos alimenta, nos relaciona, nos anima, nos endulza la vida… Según nos cuenta el Blog, el vino y su gente se transformaron en mecenas para impulsar la cultura y la espiritualidad en Laguardia. Qué maravilla.
El famoso compositor y director de orquesta Gustav Mahlern ya dijo que «un vaso de vino en el momento oportuno, vale más que todas las riquezas de la tierra». Bendito vino que policromó tan bello pórtico, costeado con vino, pagando más quien más tenía. Esta historia es ejemplo de lo mucho que podemos hacer juntos. Bendito vino.
Muchas gracias, Jon Artetxe. Me gusta lo que apuntó el cantautor francés Georges Brassens: «El mejor vino no es necesariamente el más caro, sino el que se comparte».
Un cordial abrazo.
Guau! Precioso… y muy sugerente todo!
(Confieso que yo creía que las figuras del Pórtico eran de madera, y no de piedra. Gracias!)
Muchas gracias, Txiki. No te apures por eso que nos cuentas entre paréntesis. (Hay gente en Rioja Alavesa que sigue pensando que las figuras del Pórtico son de madera policromada). Nos pasó a casi todos en su día, en la primera visita a este formidable lugar.
Un cordial abrazo
El historiador griego Tucídides, del V a. C., nos ilustró la vida al apuntar que «Las gentes del Mediterráneo, empezaron a emerger del barbarismo cuando aprendieron a cultivar el olivo y la vid». Los de Laguardia lo demostraron de manera brillante en 1698. Y toda Rioja Alavesa, con sus vides y sus olivos, por supuesto que también.
Muchas gracias, Arene Amezaga. En Rioja Alavesa he escuchado el siguiente brindis (va por ti y l@s lector@s del Blog): «Sangre de Cristo, cuánto hace que no te he visto. Y ahora que te veo: Gloria in excelsis Deo».
Un cordial abrazo.