El titular ‘Una flor extraña brotando para Dios’ es un verso sobre el vino, del poeta francés Charles Baudelaire. Invita a beberlo. A preguntarse dónde habita el alma del vino.
El poeta nos decía que el vino está hecho de tierra, de noche, de sudor, de sol… Ahí tenemos la azada, las manos del agricultor, la tierra, la hilera y el surco modelado. Las historias contadas junto al fuego. Los sueños de lluvias y cosechas generosas. El sol sofocante del verano. Luz inextinguible.
Deducimos –no lo podemos saber- que el alma puede hallarse en el Paisaje, la tierra, la cepa, el grano de la uva, en los barrios de bodegas. En el cantar de los cantares del agua que cae del cielo y corre en regaderas invisibles.
En los lagares, en las enseñanzas que saltan precisas y emocionadas de generación en generación. La crianza del vino y la crianza de los seres humanos. Alma y patrimonio visible bajo los ojos de la luna.
«Donde no hay vino no hay amor«, nos legó Eurípides hace 2.500 años. El alma puede estar en el trasiego de la Historia. Para digerirla, para bien leerla, para vestirla de espíritu y arte, para musicarla de canciones y bailes.
En la vid cuidada y traspasada de mano en mano, siglo a siglo, de una frontera a otras. El alma puede ser peregrina, inmigrante, nómada, marinera. Un alma líquida.
Va más allá de la barrica o del tanque, más allá de las durmientes botellas, más allá de las copas, y los labios. El alma del vino busca el pecho humano, el corazón amante de estrellas, una bomba diminuta, como un puño, que mueve la sangre, el último destino, fundiendo su alma, recreándola por fin en el puerto del alma humana.
Decía Cervantes del vino que «cuando se trasiega por la mar, de un cabo a otro, no hay néctar que se le iguale«.
Vino, siempre a favor de la vida. Flor extraña que duerme en los calados de la tierra, a las puertas del paraíso, brotando justo ahí, dentro de ti y de ti y de ti… para realzar tu alma.
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Qué preciosa oda al vino. Me ha gustado mucho el verso de Baudelaire y lo que decía Cervantes más todavía porque si hay alguien que merece el mejor de los néctares es un hombre de mar.
Tus palabras, Julio, una descripción preciosa que nos invita a todos a saborear de una forma especial el rico vino que tan bien conoces.
Muchas gracias, Karmele. Saludos!
Los persas encontraban en el vino la musa de sus poetas.
Noches de luna, poesía recitada con instrumentos de cuerda, mujeres apoyando en su cadera las esbeltas jarras metálicas y de barro esmaltadas que servían en copas de madera… cuentos de las mil y una noches que Baudelaire centra, con mucha belleza en sus versos.
Muchas gracias, Victoria. Rioja Alavesa y su gente es un hermoso poema. Un libro. Más. Saludos cordiales.
Ofrezco una hipótesis sin fundamento: para mí el alma de un buen vino tiene parte del alma del viejo viticultor que plantó esa viňa hace 40 o 50 aňos y que murió bastante antes de que las cepas llegaran a su máxima expresión actual.
Muchas gracias, Miguel. Tiene fundamento. Y alma. Tu hipótesis. Saludos!
No creo en el Alma, en esa especie de mito que nos han trasladado algunas religiones.
Sí creo en el «Alma de las cosas». Me agrada lo que dice el artículo. Me maravilla. Es una visión plagada de ternura literaria. También la hipótesis de Miguel Larreina me parece justa.
Una vez más, Zorionak!!!
Eskerrik asko, Kepa Urdangarin!