Oct 09, 2017

La Vendimia habla el idioma de la Esperanza

Últimos días de vendimia con viticultores en los dominios de la campana de la iglesia de Leza.

Últimos días de vendimia

EN EL RELOJ de la torre de la iglesia de Leza ha repiqueteado con alegría la vendimia de 2017.

Las campanas de la iglesia de Leza han marcado los últimos días de vendimia, dando aire de solemnidad a este tiempo de recogida de la cosecha de todo un año en este pueblo situado en el cogollo de Rioja Alavesa, bien arropado por Samaniego, Villabuena, Navaridas y Laguardia.

He quedado a las 9:45h. junto al edificio del ayuntamiento con el campesino Iñigo Franco Atorrasagasti (Leza, 1970), que viene ya de vendimiar en la viña del Chispial, donde se encuentran su aita, Floren Franco, de 81 años, y una cuadrilla de jóvenes temporeros originarios de Marruecos. Iñigo viene en coche para llevarme a pie de viña, para que sondee sus preocupaciones y sus esperanzas allí donde lleva trabajando duro no ya el último año, sino durante 25 años de su vida.

Últimos días de vendimia

LA VIÑA para hacer la vendimia. La mesa de diálogo la haremos durante la comida.

La mañana de otoño, aún fresca, se parece a los días luminosos del verano, con un poderoso cielo azul. Este 5 de octubre de 2017 es el último día de vendimia en las viñas de Iñigo. Primero vendimió, con ayuda de unos temporeros africanos de Mali, la uva blanca, recogiendo un total de 10.000 kilos, el 70% de la uva blanca cortada el año pasado.

Hicieron un parón, esperando las indicaciones de la bodega Marqués de Riscal, vendimiando ahora con una cuadrilla de temporeros procedentes de Marruecos, un total de 68.000 kilos de uva tinta, lejos de los 122.000 kilos que recogieron el año 2016 amparados por el papel.

¡Cómo no hablar de la helada del 28 de abril, si la viña de Valdehoyo, que el año pasado les entregó 8.000 kilos de uvas, se ha quedado este año sin vendimiar, ya que resultó helada en su totalidad!

Con ese asunto gélido en las palabras, llegamos a la viña del Chispial, donde saludo a los vendimiadores marroquíes y al aita de Iñigo, Floren Franco. Ellos están allí buscando las “ubres” de las cepas, muy concentrados en el cortado a mano de racimos, mientras que por mi parte miro y remiro hipnotizado la belleza del paisaje y la imponente Sierra de Toloño.

Últimos días de vendimia

EN EL CHISPIAL se trabaja para recoger la buena cosecha de todo un año de trabajo.

Ocupados en su tarea, las hileras de cepas se van despoblando de una uva de Tempranillo de inmejorable aspecto. Iñigo lo mismo corta, que porta y descarga en el remolque del tractor el cesto de uvas, que mueve el tractor, habla conmigo y con su aita o contesta algunas llamadas en su teléfono móvil. Su vigor es formidable. Su fortaleza impresionante.

Es la 25 vendimia de Iñigo desde que empezó a llevar él las viñas propias y algunas ajenas en renta. ¿Cómo no preguntarse por los cambios habidos en vendimia, algo más allá en el tiempo, el que ha marcado el torreón de Leza durante los últimos 47 años?, desde que naciera Iñigo y muriera su abuelo Florencio, que ambos campesinos fueron homenajeados, en el agur y en el ongi etorri, bajo el mismo altar.

En esta mañana de sol, vendimia y cielo azul, los habitantes más tranquilos de la viña El Chispial somos Floren y yo, que de vez en cuando comemos uvas y filosofamos sobre la Naturaleza y la vida, mientras los demás se entregan en cuerpo y alma a la labor, a la vez que el reloj de la torre de la iglesia de Leza va marcando y desgranando la vida lentamente desde la lejanía.

Últimos días de vendimia

FLOREN Franco, el aita de Iñigo, el hijo de Florencio: que los dos están presentes en su verbo.

“Soy un enamorado de las viñas. Hay que amarlas, hay que quererlas, si no… olvídate de ellas”, dice con serena pasión Floren Franco, de Leza. Y pareciera que las viñas le están escuchando emocionadas.

Esta viñita del Chispial es una maravilla –prosigue Floren, como si me la estuviera presentando con todos los honores-. Sus cepas crecen en una tierra arcillo calcárea ideal para la vid. Yo he plantado muchas de estas viñas con mi hijo Iñigo. El Chispial tiene unos 20 años, que ya es mayor de edad.

.- Un campesino no debe trabajar sin pasión, entonces.

No se debe hacer el trabajo en la viña por hacerlo sin más, no; hay que tener sentimientos, y como decía mi padre: “todo lo que le hagas a la viña, ella te lo paga”. Todas las visitas que le des, la viña te las devuelve con creces.

Últimos días de vendimia

EN ESTA VIÑA se puede recoger hoy una cosecha de palabras y otra de uvas tintas.

El padre de Floren, el abuelo de Iñigo, también se llamaba Florencio. Este veterano viticultor dice tenerle muy presente cada día.

“Murió joven, pero hacíamos juntos las cosas muy bien, como yo luego las he hecho con Iñigo. Mi padre fue toda la vida un viticultor. En aquellos tiempos, el año 1918, cuando se estaba vendimiando, cuando la gripe mató un millón de personas en España, mis antepasados tuvieron la fuerza de bajar a vendimiar”.

De la heroicidad del pasado, pasamos al amor por la tierra en familia de estas últimas décadas. Hace veinte años, cuando plantó esta viña del Chispial, Floren recuerda que estaba con un hijo de Galarza, una familia de aquí, con Iñigo y con su hermano. “Lo hicimos con tractor, así que no hacía falta mucha gente. Mi padre había muerto hacía unos 27 años, en 1970, el mismo año que nació nuestro Iñigo”.

.- Floren, ¿cómo recuerdas tu primera vendimia?

Mi primera vendimia la hice con mi padre en 1945… yo tendría nueve añitos. Empecé cortando uvas en la vendimia para entrar luego en la viña e ir haciendo alguna cosita más. Recuerdo un carro tirado por un mulo…

Hacíamos la comida donde pillaba el carro. La traía mi madrastra. Comíamos bien patatas con  chorizo, o huevos con pimientos, o asaduría, o bacalao… cada día una cosita. Ella traía todo en un cesto de mimbre que utilizábamos para la vendimia. Éramos pocos, los de casa y dos o tres peones que venían de Soria o de Zamora.

Últimos días de vendimia

NUEVE AÑITOS tenía Floren cuando en 1945 hizo su primera vendimia.

Me cuenta Floren que se quedó sin madre con 10 años “en aquellos duros tiempos de la postguerra! (1946), pero salimos con mucho trabajo, poco a poco, hacia adelante».

Cuando me casé, fue Pili (mi mujer) quien se encargaba de cocinar para todos. Hubo sábados en los que llegamos a ser veinte a comer. Iba yo con una mula mecánica (un rotavator), para ayudarle a traer la comida a la viña.

En 1964 se juntó con otros tres de Leza para comprar el segundo tractor que llegó al pueblo. Después se quedaron tres y formaron una gran cuadrilla de trabajo. Entre las tres familias eran veinte personas. Un ‘ejército’ de mutua ayuda y colaboración en un pueblo pequeño de viñas de Rioja Alavesa.

Últimos días de vendimia

DESDE UNA LOMA, Los Caños parece lo que es: una hermosa y pequeña viña.

HAY ESPERANZA !

Esta cosecha de palabras ha ido llegando mientras pasamos del Chispial a la viña de Los Caños, una viñita de 0,3 hectáreas, a la que se incorpora el viticultor Alfredo Calleja, de Navaridas, con otro tractor. Mientras nosotros hablábamos, Iñigo y los temporeros no han parado en su tarea. El teléfono móvil de Iñigo ha seguido sonando. Y uno de los trabajadores marroquíes se ha sentido indispuesto.

Por mi parte, he subido a pie a una loma cercana tratando de fotografiar la belleza que nos circunda, una tarea difícil de conseguir. A la vez que he saboreado y comido por primera vez en mi vida unos frutos del pomal, árbol vecino de esta última viña en la que estamos.

También he aprovechado para hablar con el joven marroquí Bouaziz Yahayaoui, que se ha asentado en Lapuebla de Labarca con su esposa y sus cuatro hijos, y con el viticultor Alfredo Calleja, de Navaridas, amigo de Iñigo (dos pequeñas entrevistas que publicaremos los próximos días).

Últimos días de vendimia

ENTRE VIÑAS, el lugar que le corresponde a Leza en el mundo, y a sus 216 habitantes.

El reloj de la iglesia de Leza nos dice que está llegando la hora de comer. Vendimiada Los Caños, nos acercamos a una viña vecina de la casa familiar donde vive la familia de Iñigo, muy cerca de la cual hay un gran roble donde hace siete años, en el 2010, toda la familia se fotografió con algunos de los temporeros marroquíes. Una foto que volvemos a repetir para celebrar tan feliz coincidencia.

Mientras el grupo de temporeros se queda comiendo sentados en un círculo sobre la tierra, bajo tan magnífico roble -como se ha hecho durante tantos años en Rioja Alavesa en tiempo de vendimia-, nosotros nos sentamos a la mesa en el interior de la casa de Iñigo y Natalia, acompañándonos Garikoitz Egiluz, primo de Iñigo, de 39 años de edad; y el viticultor de Navaridas, Alfredo Calleja, de 55 años.

En la mesa ya espera una gran cazuela de vainas con patatas. Natalia nos pondrá después unos filetes de carne, amén de una ensalada de exquisito tomate de la huerta  de Floren. Por supuesto que no faltará el vino que  duerme y sueña en el barrio de bodegas familiares de Lombilla, en Leza. Ni qué decir del queso y el membrillo que llegarán para celebrar como merece este último día de vendimia de 2017.

Últimos días de vendimia

VENDIMIADORES con Iñigo (el más alto). A su izquierda están Floren y su madre Pilar junto a Garikoitz (de verde) y Alfredo. Natalia, la esposa de Iñigo, permanece agachada.

.- Iñigo, ¿qué son para ti los días de Vendimia?, es la primera pregunta para la charla abierta de la ‘mesa redonda’.

Son el fruto del esfuerzo de todo un año. Son nervios, es incertidumbre e inquietud, y por supuesto esperanza… Este año es la esperanza de que a pesar de la helada del 28 de abril, al final la cosecha ha estado bien, porque el daño ha sido menor de lo esperado.

La verdad es que habíamos sido demasiado fatalistas.

En dos palabras: para mí la vendimia es ilusión e inquietud. Inquietud por la tensión y los nervios que genera la vendimia.

.- Es tu 25 vendimia desde que llevas los campos. ¿Cómo son las 25, vistas desde 2017?

Esta ha sido especial por la helada. Siempre hago un cuadrante para ir sumando los kilos recogidos, y siempre escribo una frase corta. Este año he escrito dos frases: “Primero fatalista, luego ilusionado”, y “Helada horrible, pero HAY ESPERANZA”. Para mí estas palabras resumen el año…

Últimos días de vendimia

«PARA MÍ la Vendimia es Ilusión e Inquietud«, es la definición de Iñigo Franco.

.- Gari tú llevas dos años apenas vendimiando lo tuyo…

Ha sido un año muy desigual en todo, la maduración, el crecimiento. La helada nos hizo un daño importante, aunque no tanto como a Villabuena o Baños, que han sido machacados.

“Para mí ha sido uno de los años más difíciles en lo personal –destaca Iñigo-. La helada me ha quitado mucho sueño, y me ha llevado a estar más triste… ¿no, Natalia?

“Sí. Pero también has aprendido de la dificultad, la helada te ha enseñado a llevar mejor las cosas”, nos dice Natalia.

Natalia tiene razón –retoma Iñigo-. Este año, como habíamos asumido el fatalismo, te pones en el peor de los casos y luego resulta que no es para tanto.

Gari recuenta y dice que esta ha sido la séptima vendimia de su vida. “Ha sido el año que más pérdidas he visto”.

Últimos días de vendimia

UN AÑO, el de 2017, para aprender de sus dificultades.

Ha sido el año más triste –continua Iñigo-. Iba al campo y no veía las uvas, lo cual te va minando. Pero sí, es un aprendizaje, como dice Natalia, porque probablemente el año que viene lo disfrutaré más, porque este año ha sido para muchos agónico. Confío que nos acordemos de 2017 y digamos “entonces sí teníamos motivos para quejarnos”.

“Más abajo –añade Gari- no podemos ir”.

La verdad –dice Alfredo- es que los agricultores siempre le buscamos las pegas al campo, que “si no llueve”, que “si ha granizado”… Tengo un amigo que siempre nos dice que lloramos demasiado. Salvo este año. “Este año -me dice-, sí tenéis motivos para quejaros”.

.- Siempre andáis preocupados con la cosecha y la vendimia, se entiende perfectamente.

Sí, pero hay un bodeguero –cuenta Alfredo- que al escuchar nuestras preocupaciones siempre dice lo mismo: “no os preocupéis tanto que la uva no se va a quedar en el campo, y hasta el más tonto vendimia”.

Y ahora que ha pasado todo, hemos de reconocer que nos ponemos tensos, y que tendríamos que tomarlo con más calma, pero…

.- ¿Cuándo hiciste tu primera vendimia, Iñigo?

Últimos días de vendimia

EL AÑO es como termina… cargado de ESPERANZA.

A los 14 años. Mi aita se compró en 1984 un tractor nuevo (que el anterior se había comprado en sociedad con otros) y me decía que le daba calambre. Me pidió que lo llevara yo. Mi padre tenía entonces unas viñitas. Así que empecé de tractorista, manejando el tractor por las viñas.

.- Entre aquella vendimia de hace 25 años y ésta… ¿qué ha cambiado?

Aquella era una vendimia en familia y algún amigo. Entonces era más una fiesta que otra cosa. Se juntaban las familias, almorzabas y comías en el campo. Nos sentábamos sobre la tierra. Almorzabas de cazuela, comías de puchero, que si un café después de comer, en buena camaradería, conversación, risas… Era una fiesta. Tanto que nos daba pena que se acabara la vendimia.

“Cada familia vivía su fiesta particular”, apunta Garikoitz.

“Yo recuerdo aquellas vendimias como una época de mucho trabajo. Mi padre –dice Alfredo- se ponía malo de tanto trabajo. Nos pegábamos unas palizas tremendas a trabajar”.

Últimos días de vendimia

LA SIERRA enmarcada por los lazos que crea la viña.

Recuerdo que para vendimiar nos acompañaban algunos muletillas de Castilla, donde tenían sus campos. Eran aficionados al toreo que para sacarse unas perrillas venían a vendimiar.

Mi aita contaba que en plena vendimia le llamaron a uno que estaba con nosotros para ir a torear y de la misma se marchó. Vino a vendimiar con el capote desde Salamanca; le llamaron para hacer una capea y se marchó inmediatamente sin pensarlo dos veces. Lo dejó todo porque el toreo era su pasión.

El aita de mi madre acudía a la vendimia todos los años –recuerda Iñigo con cierta nostalgia-. Trabajaba en Altos Hornos de Vizcaya (AHV), pero pedía fiesta para venir a Leza a vendimiar con mi padre.

.- Gari, en aquellas vendimias del pasado se plantaron las raíces para que tú hoy estés aquí en Leza, viviendo y trabajando tus viñas.

Sí. Los mejores momentos de mi infancia y de mi juventud los he vivido en Leza. Yo nací en Begoña (Bilbao), y vivía en Galdakao; pero muchos fines de semana veníamos aquí en invierno… tengo buenos recuerdos de Galdakao, pero como esto no hay nada para mí.

Luego me pasaba aquí todo el verano con mi tía Pili, o con mis aitites. Mi identidad está junto a mis familiares y esta tierra bajo la Sierra de Toloño. Si mi mujer y yo nos hemos venido aquí es por los buenos recuerdos que tengo de Leza.

Últimos días de vendimia

UNA CONVERSACIÓN para volver a recorrer los caminos del pasado.

Lo bueno que tiene Gari –estima su primo Iñigo- es que él ha elegido venir aquí, que no es por imperativo familiar, ni por herencia. Estuvo trabajando en Bilbao, viviendo en Arrigorriaga, y se decidió por probar suerte en Leza. Al principio no pensaba hacerse agricultor… y mira tú.

Yo trabajaba con el camión en Arrigorriaga, hacía cortas y largas distancias con el camión. Cuando vine aquí encontré trabajo en una empresa de Laguardia, así que dimos el paso, vendimos el piso en Arrigorriaga y compramos aquí un adosado. Mi mujer había venido aquí conmigo cuando éramos novios. No tenía un vínculo como yo con Rioja Alavesa. Pero nos vinimos con nuestro hijo de tres años, que empezó aquí en la ikastola con esa edad.

Su mujer, cuenta Iñigo, está trabajando de encargada en bodegas Launa.

Ella empezó desde abajo –recuerda Gari-. Ahora es la encargada y le encanta su trabajo.

.- Tú eres hoy un viticultor más de Leza, Gari.

En 2010 había perdido el trabajo por culpa de la crisis económica. Hablé con Iñigo y empecé con él en la viña. Al principio no tenía conocimiento alguno. Iñigo me lo ha enseñado todo… y lo que me queda por aprender. Me enseñó a podar las viñas, a espergurar, de todo y con toda su paciencia. Alfredo también me ha enseñado, de hecho la primera viña que labré con tractor fue con las enseñanzas de Alfredo.

Últimos días de vendimia

EL TRACTOR da vueltas alrededor de la viña, acompañando a los vendimiadores.

Natalia, la esposa de Iñigo, bromea: “Qué suerte has tenido que hayamos caído por aquí dos como Gari y como yo, eh!, con todo lo exigente que eres. ¿A que sí, Alfredo?

Sonríen al unísono Iñigo y Alfredo.

Tiene que venir gente de fuera para que las conversaciones sean distintas, y cambien las maneras de ver las cosas. Porque aquí –dice Alfredo- me junto con la cuadrilla de toda la vida y siempre nos contamos las mismas cosas. Menos mal que viene gente de fuera a vivir entre nosotros, como Natalia y como Gari.

.- Gari, te hemos visto a lo lejos vendimiando solito en tu viña, le digo.

Le he contado a Julio –explica Iñigo- que esa viña en la que estabas, la Carraberberana, no la habías ni vendimiado porque tenía tan poca uva que no merecía la pena.

Pero los de Luis Cañas -dice Gari- me han dicho que me compraban toda la uva que les llevara. “Todo lo que tengas me lo traes”. Es lo que pasa este año, que no hay suficiente uva. Así que he recorrido durante toda la mañana varias viñas. Mi sorpresa es que había más uva de la que yo creía. Así que he hecho la mañana con muy buena uva y en más cantidad de lo que pensaba.

Últimos días de vendimia

IÑIGO FRANCO, comparte tareas y vida plena en los campos de la Comarca.

.- En una buena cosecha ¿cuántos kilos te da la viñita Carraberberana?

Este año habré cogido unos 240 kilos de uvas. Es poco. Los hubiera dejado en las cepas si no me hubieran dicho “tráelo todo”. Yo pensaba que habría unos setenta kilos de uva. Es curioso, el año pasado tenía tanta uva en otras viñas que esa pequeña viña de Carraberberana la dejé sin vendimiar. De dejarla sin vendimiar, a tener que ir a cortar doscientos kilos. ¿Qué os parece?

Lo cuentan como lo viven. Con entrega y emoción. Alfredo recuerda cuando pasó dos meses con una ciática sin poderse mover de casa. Durante aquel tiempo, Iñigo se encargó de las tareas del campo en sus viñas y en las viñas de Alfredo. Gari también cuenta que a él le ocurrió algo parecido durante una semana. Ahí estaba Iñigo, el gigante de Leza, para ayudarles desde la normalidad y la humildad.

Llegué a pensar que me iba a quedar sin movilidad para siempre, resopla Alfredo.

“Siempre tan optimistas los agricultores”, comenta Gari. Y reímos.

No, no, que va, yo soy optimista, eh! –asegura Alfredo-. Es que pasaban las semanas y no veía mejoría. Incluso iba a peor y te ves mal.

Últimos días de vendimia

VIÑAS DE Laguardia, vecinas cercanas de las de Leza.

.- ¿Cuándo os conocisteis, Alfredo y tú?

“Un día de tormenta”, responde Iñigo.

“Qué bonitooo!”, bromea Natalia. Y todos reímos.

“Olía a hierba húmeda y fresca”, continua con la broma Iñigo. “De repente apareció la silueta de Alfredo”…

“… paseando como siempre”, remata Alfredo.

Pues eso, se me paró el coche y Alfredo me ayudó. Alfredo, el de Navaridas, el pueblo de al lado. Pertenecemos a generaciones distintas, pero siempre ha habido buena vecindad entre Leza y Navaridas.

“Y así va a seguir siendo”, asegura Alfredo.

.- Habladme de jóvenes agricultores de Navaridas y Leza, de entre 20 y 25 años.

A diferencia del resto del Agro de Euskalherria –contesta Iñigo-, donde el relevo es muy difícil; aquí se mantiene la población de agricultores. Te hablo de todo Rioja Alavesa. Y esto que te digo es importante: se mantiene la población pese a la bonanza económica.

No es como en la Montaña Alavesa, que se está despoblando, y la Llanada, que está en retroceso. Mientras que aquí, que es de las Comarcas más prósperas, mantenemos el amor por la tierra y las tareas agrícolas. Hay relevo generacional!

Últimos días de vendimia

PRONTO comenzará un nuevo ciclo cargado de Esperanza.

“Este año –dice Gari- he hecho el curso de Viticultura y Enología para jóvenes agricultores, en Laguardia, el de la Fundación HAZI, participando con otros veintitantos jóvenes campesinos. Yo tengo 39 años, y era de los mayores. Todos con mucha experiencia y muchas ganas de aprender. He visto a gente de 23 años que sabe muchísimo más que yo”.

Se nos pasa la comida charlando. Los temporeros han vuelto a vendimiar. Iñigo se levanta de la mesa porque hay que seguir con la tarea. Nos despedimos cordialmente en la puerta de la casa. Ellos en su último día de vendimia 2017. Pronto comenzará un nuevo ciclo, que concluirá con la vendimia de 2018.

Comienza una vez más el año de los que aman intensamente las viñas. El reloj de la iglesia de Leza ya ha empezado a contar el tiempo, a marcar las horas. Antes de marchar del pueblo, le miro a él y a la Sierra. Parece que ambos anuncian un año irrepetible. Un año que nos preparamos para vivir intensamente.

Como dice Iñigo Franco Atorrasagasti desde el reino de lo pequeño: este va a ser el año de la esperanza.

18 respuestas a “La Vendimia habla el idioma de la Esperanza”

  1. Preciosa entrevista. ¡Qué gente tan maravillosa tenemos en Rioja Alavesa!
    Me pido dos fotos de este reportaje, una de ellas la de Iñigo con la Sierra al fondo, para mi próximo libro.

  2. Kepa Urdangarin dice:

    Lo local es universal, como demuestra este magnífico reportaje del Blog. Qué gran nivel. Lleno de valores. Una inspiración cargada de historias. No quiero dejar de destacar las fotografías.

    Gran encuentro en las viñas de Leza.

    Zorionak!!!

  3. Rafael Goikoetxea dice:

    !Qué placer, qué gusto de reportaje!. Un bello relato. Antropología de verdad y del ahora, una fotografía por dentro y por fuera de nuestros viticultores, humanidad y futuro.

  4. Lea Madariaga dice:

    Humildes vivencias que retratan el lado bello y entrañable del ser humano. Grandes personas, amor a la tierra y a los seres humanos. Sentido del humor. El encuentro de lo agónico y uno de los principios de la existencia día a día: la ESPERANZA.

    GRACIAS

  5. Amaia Goikoetxea dice:

    Rioja Alavesa, además de un Paisaje fuera de lo común, enamora porque conjuga paisaje, historia, trabajo bien hecho, entrega, dedicación, pasión… y ganas, muchísimas ganas de seguir siendo, estando, haciendo, escribiendo y coloreando con imaginación las páginas de su futuro. Ese Paisaje ya está dentro de los seres humanos que la pueblan. Contagian. Inspiran. El poder de la cercanía. Como dice alguien por ahí, lo local es universal.

    Felicitaciones!

  6. Ana Blanca Fernández dice:

    ¡Una de las bellas historias que tienen lugar en la vendimia de Rioja Alavesa!
    ¡Qué buen día tuvisteis, campeones!
    Me quedo con la solidaridad entre agricultores.
    Soy la mujer de Alfredo Calleja y me gustaría añadir nuestro agradecimiento, además de a Iñigo, a los familiares y amigos que, en los momentos difíciles, estuvieron, están y estarán…
    Así el trabajo y la vida son más fáciles.
    ¡¡Mil gracias a todos!!

    • Blog Rioja Alavesa dice:

      Muchas gracias, Ana Blanca. Qué hermoso el mutuo apoyo en momentos de dificultad. La metáfora de la tormenta. Ese sí que es una cepa inmarchitable. Es una eterna vendimia de amistad. Saludos cordiales para Alfredo y para ti.

  7. Esperanza y Marila dice:

    Es gigante por fuera y por dentro mucho más.
    Lo más importante es la unión de los agricultores de esos pequeños pueblos, siendo tan solidarios en estos tiempos.
    Reconforta.

  8. Iñigo dice:

    A mi amigo Alfredo en su enfermedad le ayudaron amigos, vecinos y familiares, doy fe de ello, algo que por otra parte se lleva haciendo toda la vida en el campo. Valores que hacen que esta profesión sea especial.

  9. Francisco Mtz de Cañ dice:

    Gracias a los dos, Iñigo y Alfredo, por poner en valor la solidaridad entre viticultores de Rioja Alavesa, tan necesaria para la esperanza futura de esta Comarca.- Saludos cordiales.-

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