“Alma Carraovejas va creciendo con cosas pequeñas, con islotes como Viña Meín, en Ribeiro, hasta que un día se haga una gran isla”.
Es la tecla que toca el creador de un vino blanco mítico, Emilio Rojo, el ingeniero de telecomunicaciones que se hizo viticultor, quien se ha expresado a su manera durante más de treinta años a través de un diminuto viñedo.
El vino de Emilio ha sido y es blanco, pero él era, y es, un indio comanche. Un ser que se siente “otro”, “diferente”, un ser a contracorriente.
Su nombre ha quedado unido para siempre al proyecto que Pedro Ruiz Aragoneses tiene en el valle del Avia, en Ourense, Viña Meín-Emilio Rojo, un islote de ensueño donde hoy compartiremos bancales de viña, bodega asentada en una gran roca, árboles con vocación de bosque y palabras de vino con tres personajes fundamentales.
La directora técnica de Viña Meín-Emilio Rojo, enóloga formada en Burdeos, Laura Montero:
“De haberlo hecho bien tendríamos una Borgoña aquí en Galicia, y serían millonarios todos los propietarios de una hectárea”.
El responsable de viticultura Xosé Manuel Lourido, que lleva en su quehacer 23 vendimias:
“Siempre escapé de la viña… Luego hice ingeniería agrícola. Y hoy la vitivinicultura es para mí pura emoción. Soy quien cuida del patrimonio que tuvieron los nuestros».
Y el propio Emilio Rojo, cuya conversación llegará por teléfono un tiempo después:
«Yo tenía la viña como un jardín de té. Una viña pequeña, que a mí me ha ido todo en pequeño muy bien».
Cada cual habita su particular islote en la Galicia mágica del Ribeiro. Tres referencias humanas en Alma Carraovejas, y más allá. Porque Laura, Emilio y Xosé saben tratar una viña como si fuera un libro para escribir en sus páginas.
Los tres son, a su manera, esa Galicia que, al despejarse la niebla, se ha venido arriba desde la más pura emoción.
En el corazón de Ourense, llegamos con un sutil sirimiri al lugar de Mein, en el pueblo de Leiro, en la parroquia de San Clodio, con una niebla rondando por sus alrededores, después de dejar atrás el cercano monasterio de San Clodio, creador en el siglo XII de un paisaje vitícola que, con los siglos, llegaría a albergar un total de 30.000 hectáreas de vid, cuando hoy rozan las 1000 ha como mucho.
Viña Meín viene a ser un château que palpita alrededor de un edificio bodega que enamora, rehabilitado y muy bien cuidado.
Me cuentan que el edificio tiene origen en una casona del siglo XVI sobre la que se construyó la bodega. Desayunaremos en la zona social adherida a la bodega, donde en 2022 Alma acometió una reforma para adecuarla a su concepto de elaboración.
Allí estaremos rodeados por un pequeño mar de viñas, hasta que por fin nos echemos en brazos del viñedo.
En los alrededores del château grabaré la primera conversación con Laura. Después, ya en la viña de 1,2 ha. de Emilio Rojo entrevistaré a Xosé Manuel.
Y un mes después, hablaré con Emilio Rojo por teléfono… No me costará cerrar los ojos para volar al sol del amanecer que vibra en las pupilas de Emilio, que ha sabido recorrer el mundo con su esposa Julia para volver siempre a su amado viñedo, haciendo de su tarea viticultora parte del sentido de su vida.
Palabras de Laura entre viñedos
Vamos caminando entre viñedos, alrededor de la bodega, en este château gallego de Ribeiro, en el valle del Avia, donde Viña Meín de Alma Carraovejas cultiva 23,6 hectáreas desde 2019, elaborando 50.000 botellas de vino.
“El proyecto comenzó con seis hectáreas de viñedo, quizá ocho. La mayoría alrededor de Meín, salvo las de tinto, que están del otro lado del Avia”. Laura me explica además que Ribeiro son tres valles: el Avia, donde está Viña Meín; Arnoia, el origen de Emilio Rojo; y la zona del río Miño.
“Nosotros estamos en el valle del Avia, un valle más abierto, más al norte. Tenemos aquí cerca el monasterio de San Clodio, que es el origen de la vitivinicultura en la zona”.
.- ¿En qué están apoyadas las cepas de esta viñita?
En madera de mimosa.
.- Es una manera singular de sujetar las cepas.
Es la viña más antigua, de Garnacha tintorera, de 78 años. La viñita se llama Toro, de apenas 0,25 ha. Al principio no pertenecía al proyecto hasta dos años antes de que formara parte de Alma Carraovejas.
El proyecto lo había iniciado Javier Alen a finales de los 80. Javier vivía en Madrid, aunque era originario del Avia. Él vio que la finca estaba abandonada, a pesar de ser una auténtica joya. Así que con un grupo de amigos decidió montar el proyecto.
Cuando el éxito es un problema
.- ¿Cómo se fue desarrollando el proyecto antes de que Alma Carraovejas tomara el timón?
Aquello lo hicieron muy bien desde el principio, respetando los bancales.
Lo que se conocía como vino de Ribeiro por desgracia eran por entonces vinos turbios que llegaban a Madrid y Barcelona, cuando en Ribeiro hay una historia antiquísima… Alen y sus amigos replantaron las viñas y la primera añada de Viña Meín salió en el 90-91.
.- Alma Carraovejas llegó aquí en 2019. Casi dos décadas más tarde.
El proyecto tuvo mucho éxito, pero a veces el éxito también lucha contra nosotros mismos.
.- ¿En qué sentido lo dices?
Ellos pensaron que se podían elaborar de igual manera 50.000 botellas que 200.000. Y bueno, sí, se pueden hacer 200.000 botellas maravillosas, pero tienes que poner el mismo empeño y el mismo mimo que para las 50.000, pero multiplicado por cuatro en atenciones y recursos.
.- ¿Qué pasó en esa “lucha”?
Que Viña Meín empezó a decaer, siendo siempre un proyecto que en Galicia tuvo un peso importante. Cuando llegamos nosotros en el 2019 el nombre mantenía su prestigio, pero habían pasado muchas cosas…
En 1158 se hablaba de Meín como lugar de viñas
“Pero mira, mira qué belleza!”, me dice Laura contemplando el château y todo lo que le envuelve.
.- El lugar es mágico, sin duda.
Y la historia del lugar también. Tenemos documentos del lugar de 1158 que hablan de Meín como “lugar de viñas”. Hace más de 850 años!, en el testamento del abad Pelayo.
.- ¿Del siglo XII?
Sí. El propio abad plantó viñas. No hablaba de la población, no, el abad hablaba de viñas y vino. Por eso Meín es un nombre tan potente, por eso ha perdurado en el tiempo. Meín es lugar de Meín.
En Ribeiro la Edad Media fue la edad de oro, cuando el vino se exportaba a Inglaterra (hay documentos al respecto). De hecho, en la boda de Carlos I con Isabel de Portugal, en Sevilla, bebieron vino de Ribeiro. No como vino blanco de Galicia, no, sino como vino de Ribeiro.
.- Viña Meín-Emilio Rojo forma parte de la DO Ribeiro
Esta DO se creó casi al mismo tiempo que Rioja y antes que Jerez. Todo el mundo sabe que Rioja fue la primera DO de España, en 1925, pero nadie sabe que la DO Ribeiro se creó en 1932, siendo la más antigua de Galicia y la segunda DO creada en España.
Pasar de 30.000 hectáreas a tan solo 1.000
.-¿De qué árboles está rodeada Viña Meín?
Hay robles, castaños, mimosas y hay pinos.
.- ¿Con cuántas hectáreas de viñedo contáis hoy?
Con 23,6 hectáreas, donde estoy metiendo las 1,2 hectáreas de Emilio Rojo, que es fundamental.
.- ¿Qué significa la incorporación de esa hectárea y pico de Emilio Rojo, y él mismo?
El proyecto es Viña Meín-Emilio Rojo. De hecho primero fue Emilio Rojo y luego Viña Meín. Son dos proyectos independientes, pero que tienen todo el sentido juntos.
Emilio llevaba su uva a Arnoia para vinificarlo, a otro valle, que le costaba casi una hora llevarla hasta allí en tractor.
.- ¿Cuántas hectáreas pudo haber en el pasado en todo Ribeiro?
Se calcula que unas 30.000 hectáreas… y sin embargo ahora hay 1.000 hectáreas.
.- ¡Treinta veces menos!
Hoy Champagne son 30.000 hectáreas. Vas allí y sólo ves viña, pues esto era igual.
«Esto podría haber sido una pequeña Borgoña»
.- Rioja Alavesa suma unas 13.500 hectáreas, y todo Rioja llega a las 68.000 ha.
Cuando aquí hubo 30.000 hectáreas era porque se ganaban muy bien la vida con la viñas.
.- ¿Cuándo y por qué empezó a decaer?
Se supone que decae en los siglo XVII y XVIII con la irrupción de Oporto, donde giran su mirada los ingleses. También tendrán su responsabilidad los propios del lugar que no supieron aprovechar el momento, o no cuidaron su negocio de fincas y vino como debieron.
.- ¿Qué podría ser hoy todo esto si se hubiera hecho bien?
Una pequeña Borgoña sin lugar a dudas. Las ordenanzas de Ribadavia de 1579 ya marcaban cuándo se podía vendimiar, el tipo de variedades… todo estaba regulado. De haberlo hecho bien tendríamos una Borgoña aquí en Galicia, y serían millonarios todos los propietarios de una hectárea.
.- ¿En estos cinco años con Alma Carraovejas qué ha sido de Viña Meín-Emilio Rojo?
Yo me incorporé desde el principio, desde 2019, cuando el lugar era una maravilla. Mi marido Dominique y yo éramos asesores de Milsetentayseis desde 2018. Ya por entonces Pedro Ruiz estaba pensando invertir en Galicia.
Los planos de los vuelos norteamericanos
.- Tú habías estudiado Enología en Burdeos.
Así es. Y antes estudié Ingeniería Agrónoma en Madrid.
.- ¿Qué han sido para ti estos cinco años?
Han sido la recuperación de muchas cosas… por eso la Historia es tan importante. Todo se basa en recuperar lo que ya había. No hay que hacer nada nuevo, en el fondo. Solo hay que ver dónde había viña.
De hecho, trabajamos mucho con los planos de los vuelos norteamericanos, que fotografiaron la superficie de toda España.
.- “Vamos a ver qué había en los años 50 aquí!” ¿Es eso?
También la gente sabe cuáles son las zonas buenas. Dónde se da bien el blanco, dónde el tinto.
¿Por qué Emilio vino aquí en frente? Porque por la misma cantidad de vino a su padre le pagaban 1, y al padre de Julia le pagaban 6. “Por algo será”. Emilio no sabía que existía la Romanée-Conti, fundada en 1869, porque él es ingeniero de telecomunicaciones, y trabajaba en Alemania e Inglaterra.
La producción en ecológico
Emilio es una gran cabeza. Es muy ingeniero y, a la vez, muy artista. Pero actuó con su viña como un visionario, haciéndose con esa parcela, cuidándola y tratándola como una gran parcela, con la sensibilidad de ver más allá.
.- Mirando hacia atrás, las decisiones parecen fáciles, pero hay que saber acertar.
Si observas atentamente, sabes lo que tienes que hacer. Nosotros nos hemos hecho con más parcelas porque están cerca de nosotros o porque históricamente eran buenas. Y no compramos nada de uva, toda es de nuestros viñedos.
.- ¿Por qué?
Porque no hay nadie que trabaje aquí en ecológico y venda su uva, ya que los que tienen uva en ecológico hacen su propio vino.
.- ¿Cuánta uva metéis en bodega con esas 23,6 hectáreas?
Poquísima. Unos 70.000 kilos de uva.
.- ¡Qué me dices!
Para empezar, en 2019 había un 20 ó 30% de fallas en el viñedo. Así que tuvimos que recuperarlo. Y ahora mismo estamos en una producción de 4000 kilos por ha.
Mira esta zona donde estamos. Es Godello, pero el Godello no funciona bien salvo en las parcelas donde tiene que estar. De hecho tenemos un Godello ahí abajo en Regueira que es una joya.
Albariño, Treixadura, Loureira, Godello, Brancellao…
.- Las variedades son…
Albariño, Treixadura, Loureira, Godello, Lado, Caiño Blanco y Torrontés en blancos. Y en tinto tenemos Caíño Longo, Caíño Redondo, Sousón, Brancellao, Ferrón y la Garnacha Tintorera.
.- Hablemos de los vinos.
Tenemos tres blancos y dos tintos. Emilio Rojo, sólo en blanco, y Gran Meín, y Meín, que van los dos en blanco y en tinto.
.- Allí abajo está Regueira.
Es la primera vez que subo aquí y no veo diferencia entre la parte de arriba, la del medio y la de abajo. Antes se veía la parte de arriba verde, la de abajo verde, y la del medio algo seca. Estoy contentísima.
Tanto monta, monta tanto
.- Es fundamental que los enólogos estéis tan enamorados de las viñas.
Xosé Manuel es el responsable del viñedo y la viticultura, si bien somos uña y carne, y tanto uno como el otro podemos dirigir viña y bodega. Y es importante hacer viña y bodega para que no exista disociación alguna.
Porque luego ya verás en bodega, para 40.000 litros que tenemos, contamos con tropecientos mil lotes, todo muy dividido, con todas las variedades, y todas las parcelas por separado para entender los 70.000 kilos de uva.
.- Así es como diferenciamos el Albariño de Mosquera con el Albariño de otra viña. ¿Es eso?
Hay que comprender las diferencias entre uno y otro, por supuesto. Y hay que vivirlos en el campo para ver los matices. De otra forma lo mezclaríamos todo.
Hay que entender el significado de cada cosa en el origen, pues de esta manera será más fácil de entender por qué te estás matando en bodega para elaborar todo de forma diferente.
2019-2024, cinco años de felicidad
.- ¿Cuál es la crónica de estos cinco años, desde 2019 a 2024?
Han sido la felicidad, por todo lo mucho que he disfrutado. Este proyecto es un lujo. Es una satisfacción poder hacer las cosas bien. Llevo muchos años trabajando en viticultura y enología y no siempre puedes hacer las cosas bien por unas razones o por otras.
Aquí tenemos un terroir único y los medios para hacer las cosas bien.
.- ¿Qué dirías que es Viña Meín en el contexto del vino español?
Es un grandísimo terroir. Y para mí va a ser uno de los grandes vinos de España, sin duda. Tardará un tiempo, el que sea necesario, porque no es un albariño, no es un verdejo, no es una sauvignon blanc. Es decir Viña Meín no llega y te habla. Es como el chardonnay, de esos vinos que envejecen muy bien y te dan una gran complejidad. Tomaremos un 19 y verás lo joven que está.
.- ¡Qué importante es que estés enamorada del proyecto!
Le pasará a cada cual en su trabajo.
.- Pero recuerda lo que me acabas de decir.
Rompiendo Mitos
Sí. Lo sé. Han sido cinco años que he disfrutado como una enana. Ha sido un aprendizaje constante, que es lo que nos gusta, rompiendo mitos si hay que romperlos.
.- ¿Por ejemplo?
Recuerdo cuando llegamos a Emilio Rojo, que yo creía que la co-plantación, que ahora está muy de moda, con variedades que se sincronizan y maduran todo a la vez… Pues no.
Vamos a Emilio Rojo y hacemos tres o cuatro vendimias en una finca de 1,2 hectáreas para recoger cada una en su momento exacto.
.- ¿Habéis aprendido rápido?
Así lo creo, aquí en cinco años hemos aprendido lo que en otros proyectos se tarda 15 ó 20 años.
.- ¿A qué es debido?
A que todo va con mucho detalle.
Leza, Gredos, Peñafiel, Meín…
.- ¿Cómo le ves a Pedro de entusiasmado, que va de Peñafiel a Leza, de Leza a Galicia, de Galicia a Gredos, de Gredos a…?
Pedro está al tanto de todo. De todo. Tiene esa capacidad. Te diría, fíjate, que Pedro adora Viña Meín. Es el primero que cree firmemente en todo esto. Siendo un proyecto tan distinto al resto.
Pedro llegó cuando ya estaba Pago, Ossian, Milsetentayseis, cuando le quedaba todo cerca de casa. Viña Meín era salir de su comunidad autónoma, pero salir de mentalidad, de cultura. Pedro ha creído a fondo en Viña Meín. Y eso se nota.
Vamos ahora en el coche con Xosé Manuel Lourido hacia la viña de Emilio Rojo. Xosé empezó en 2002 en Dominio de Bibei (Manzaneda, en Ribeira Sacra). De ahí pasó a Coto Gomariz, en Ribeiro, en 2007. Después estuvo en Gargalo, la bodega del diseñador Roberto Verino, hasta que por fin tuvo un proyecto suyo en Portugal y en Monterrey.
.- ¿Qué pasó?
Que me llamaron Laura y Pedro y lo dejé todo porque se trataba de “esto”. De otra forma no hubiera dejado mi proyecto personal. Y ya ves, aquí llevo desde 2019.
«Siempre escapé de la viña» (Xosé Manuel)
.- ¿En qué te habías formado?
Como ingeniero técnico agrícola, en industrias agroalimentarias.
.- ¿Estabas orientado para el vino?
Siempre escapé de la viña. Mi familia siempre tuvo viñas en Ribeiro, mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo…
.- Así que intentaste escapar, eh!
Escapé porque había que escapar. Mi abuelo paterno fue corredor de vino. Compraba graneles, los mezclaba y los vendía. Mi padre Benito Lourido, que Lourido es el color del trigo, amarillo, cuando está maduro.
.- Bonito para un ingeniero agrícola.
Es un apellido judío. Los judíos portugueses y gallegos tienen nombre de colores. Y los castellanos tienen apellidos de frutales. Y los italianos, nombres de ciudades.
.- Y si huías de la viña y, por tanto del vino, ¿hoy qué sientes por la viña tú que te encargas de la Viticultura en Viña Meín-Emilio Rojo?
Jó, no sé… Pura emoción. Soy quien cuida del patrimonio que tenían los nuestros.
«Estoy legando algo al futuro»
.- ¿Cuál es tu sentimiento?
De orgullo. Date cuenta que en los 80 aún había 10.000 hectáreas, y que hoy no llegamos a 1000 reales en la DO Ribeiro. Así que estoy legando algo al futuro.
.- Preséntanos la viña de Emilio Rojo en la que estamos.
Mira aquella plantación de allí (señala una viña de enfrente, al otro lado del valle). Aquello es San Lorenzo de Cuñas, por donde amanece. Todo aquello está abancalado. Son tres hectáreas y pico, que fueron de los monjes. Meín era una granja agrícola, luego está el Priorato de Vieite. Aquí hay mucha Historia.
Centrándonos en la viña de Emilio Rojo, vemos que sobre la viña está la primera casa de un pueblo desaparecido, que en esa casa nació Julia, la esposa de Emilio Rojo.
.- Alguien podría decir que Julia nació y creció rodeada de viñas, siendo ella parte de la viña.
Vamos a ir hasta arriba y vas a ver el antiguo pueblo de Ibedo, que está abandonado desde los años sesenta.
.- Antes de subir al pueblo abandonado, situado tras la viña de Emilio, preséntame como es debido la viña de Emilio Rojo
Esta viña es Emilio. Es igual que él. Se plasmó a sí mismo en la viña. Lo plantó en el 80 y algo, y plasmó lo que él es. Un ser artístico y emocional. Su viña es pura emoción.
Todo a mano, con sus muros y bancales
Aquí tienes todas las variedades: Treixadura, Loureira, Lado, Godello, Torrontés… La parcela está dividida en dos, con un camino en medio, hay 6000 metros para abajo y 6000 metros para arriba.
.- ¿Por qué se hizo con esta viña?
Una parte era de Julia, y luego fue comprando otras partes. Estaba plantado de una viña que él arrancó porque las variedades que había fueron cambiando. Él trajo variedades de su pueblo, de Arnoia, uno de los tres valles del Ribeiro, en Ourense.
.- Varias décadas después ¿en qué se ha convertido esta viña de Emilio en el contexto de Viña Meín?
En algo diferente. No tiene nada que ver con el resto de las fincas.
La orientación es complicada porque está mirando al naciente, que luego por la tarde tiene menos horas de Sol, y le da mayor frescura. Es más complicada de trabajar porque es más sensible a botritis, a mildiu…
Es un parcela que se trabaja toda a mano. Esto es original, con sus muros, con sus bancales pequeñitos. Emilio compró trozos, cachitos, pero los fue acoplando a su viña, como un puzzle. Por eso te digo que esto es Emilio. Ves a Emilio y ves a la parcela. Lo único que hemos hecho nosotros ha sido pasar de convencional a ecológico.
Cuando sopla el Banga del norte
.- ¿Cómo vinificais este vino?
Igual que lo hacía él. Es el único vino que lo vinificamos de una manera diferente.
.- ¿Qué papel dirías que juega Emilio Rojo en la bodega?
En mi caso es alguien cómplice. Un cómplice con el que hablo, es mi nexo de conexión entre alguien como yo, que tengo 57 años, y él, que tiene 72. Nos falta una tercera conexión, a quien dejarle todo lo demás.
Nuestro diálogo me permite seguir una tradición, unas costumbres. Por ejemplo me habla de cuando sopla Banga, que es un pueblo que está ahí arriba, y es norte. Eso es sulfato, sulfato Banga. No dice ‘sopla Banga’, dice ‘sulfato Banga’, porque es norte, un viento seco y frío, mientras las lluvias vienen del Atlántico.
.- Así que me estás presentando a Emilio Rojo
Sí. Este es Emilio. Esta es su obra. Ahí tenía un peral de un amigo, arriba junto a la casa de Julia tiene un limonero, todo esto es Emilio, con sentimiento y libertad, en homenaje a gente muy diversa. Él tiene una viña casi como quien escribe sobre ella
Palabras, gritos y silencios de Emilio Rojo
Quedaría incompleto este reportaje si no plantara en él las palabras, los gritos e incluso los silencios de Emilio, tan importante como para ampliar, con el librito de su viñita a la que encomendó su vida, el nombre de Viña Meín.
.- ¿Cómo te encuentras, Emilio?
Así… No sé… Un día mal, y otro peor.
.- Junto a tu viñedo, en Leiro, Xosé Manuel me ha asegurado: “esta viña es Emilio, es igual que él, un ser artístico y emocional. Su viña es pura emoción”.
En esa viña metí muchas horas, incluidas la de los sábados y domingos. Yo curraba allí manualmente. Y ya me decía Julia, “no trabajes tanto”. Yo tenía la viña como un jardín de té.
Julia me ayudaba, traía la comida y comíamos allí, debajo de unos robles, como si fuera un comanche. Yo iba a mi aire. Y me hice un hueco en el mundo de los vinos blancos a nivel nacional.
.- Has vendido más vino fuera que en Galicia.
Eso es lo que yo quería. Es como si haces queso y te lo compran tus amigos. No, jamás. Tus enemigos, joder, que son los que te pueden hacer un nombre de la hostia. En Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, todo en pequeñas cantidades. Que a mí me ha ido todo en pequeño muy bien.
«Julia muy gallega, y yo de ningún lugar»
.- Producías al año entre 4000 y 6000 botellas.
Eso recortando mucho la producción de las cepas. Después del 10 de julio eliminaba racimos que no me interesaban. En eso me ayudaba mi mujer cuando venía del trabajo, pero yo pasaba siempre al día siguiente a recortar un poco más, porque ella dejaba más racimos de los que necesitaba para tener el producto con más volumen.
Ella nunca supo que yo la rectificaba en algo más. En mis filas pares yo sacaba más uva para el suelo que ella. Ella era muy gallega, mientras que yo era de ningún lugar.
.- Jajaja
Sí, yo era de cualquier sitio menos de donde soy. Hasta podía ser africano, me encanta, he ido cuatro o cinco veces a África.
.- ¿Ha caído en buenas manos tu viña Emilio Rojo con Pedro Ruiz Aragoneses de Alma Carraovejas?
He tenido mucha suerte con esta gente, hombre yo tuve más o menos siempre suerte. Pero esta fue definitiva porque es un tío muy inteligente.
Alma Carraovejas va creciendo con cosas pequeñas, con islotes muy pequeños, como Viña Meín, en Ribeiro, hasta que un día se haga un gran isla.
«Para ganar pasta hay que perder mucha más»
.- Algo le conozco.
Pedro trata muy bien al personal, lo cual es fundamental. La gente lo quiere, gente de la que él ha hecho una familia.
.- Y hablando de lo tuyo en relación a Viña Meín-Emilio Rojo…
Hablando de lo mío, hubiera sido muy goloso para una empresa que compra un lote más para aumentar su producción, mezclando lo mío con unos cuantos miles de kilos más de uva. Pero no, ellos tratan ahora mi viña en ecológico y obtienen una menor cantidad de uva. Eso, que es tan fácil, la gente no lo hace, porque la economía es la hostia.
.- ¿Funciona Alma Carraovejas con otras claves?
De hecho ellos perderán pasta, pero para ganar pasta hay que perder mucha más. Esa es la base. Que lo hacen con clase, con mucha clase.
.- Creo que mantienes una pequeña parte de la viña.
La viña es de ellos. A mí me regalaron una pequeña participación. Como se portaron tan bien, mantengo el contacto con Laura, porque me gusta que eso vaya hacia arriba, que va a ir. Laura es una tía muy técnica, y Xosé Manuel. Los dos son del mundo del vino. Yo no, bueno, mi padre era un pequeño viticultor…
«Volvería a dedicarme a mi viña»
Yo funcionaba intuitivamente, aunque preguntaba a gente muy bien documentada, como Dominique Roujou de Boubée, el marido de Laura Montero, un científico del vino que estudió en Montpellier y se doctoró en Burdeos.
.- Tú eres ingeniero de telecomunicaciones de formación, un ingeniero que trabajó en la Siemens.
Eso no cuenta, lo que cuenta es la actividad que tuve en la viña, que en ella metí treinta y pico años
.- La mitad de tu vida, Emilio.
Como decir toda mi vida.
.- ¿Volverías a hacerlo? Te lo pregunto para confirmar la satisfacción de una vida plena.
Sí. Claro que sí.
Quizá más técnicamente, sin emplearme tan a fondo porque tanto trabajo me desgastó mucho. Ahora me estoy recuperando, pero fue demasiado a todos los niveles. Que casi he quedado momificado.
.- Has tenido dos grandes pasiones, el amor de tu vida, Julia; y esa viña de 1,2 hectáreas.
Sí, sí, y ninguna cosa más. Ah bueno, al terminar la cosecha, en octubre y noviembre, estaban los viajes con la mochila. Nos fuimos los dos a 25 países de Asia, África y América. A Europa menos. Buscábamos sitios de calor, desde Indonesia, Vietnam, Tailandia, Puerto Rico, Kenia, Senegal, y así.
«Respirar bien y que mis amigos sigan vivos»
.- Los veranos los pasabas en la viña.
Eran para mí los meses de mayor esfuerzo. Cuando venían los veraneantes, me parecían locos salidos de un manicomio los fines de semana para tomar oxígeno. Me parecía que los soltaban un mes o quince días para que se relajen para después darle duro en la fábrica.
A la gente que Julia y yo nos encontrábamos en octubre o noviembre viajando por el mundo yo decía “hostias, menos mal, seres humano”. Y no los veraneantes de aquellas playas atestadas de gente en verano.
.- Emilio, dime qué le pides a la vida.
Poder respirar bien, que mis amigos sigan vivos y que el champán no esté muy caliente.
.- ¿Y para tus vinos con ese punto rojo del Sol en la etiqueta?
Eso fue un guiño a Japón, a los países del Sol naciente, porque mi viña también da al naciente. Yo era uno de los primeros que veían el Sol al amanecer. Me levantaba muy temprano y veía amanecer siempre desde la viña. Todos muertos y yo vivo. Cuando la gente salía a andar, yo ya había hecho mi trabajo.
Los pelotaris de Markina
.- Es otra manera de vivir, de caminar.
A mí me gusta ir en sentido inverso, a contracorriente. Yo río arriba, y los demás van río abajo. Y eso es jodido. Te puede llevar la corriente, pero a mí la corriente no me llevaba. Esto es lo que soy.
Ahora no hago ya apenas nada. Me mantengo sin grasa, que detesto la grasa. Salvo la del jamón con aceite de oliva, que es luz azul. Ahora camino mucho hacia el mar. Y comida lo justo, muy poca, como un espartano.
.- Me dicen que no bebes apenas vino.
Yo bebo mucho agua, que el agua dulce cada vez va a ser más importante.
.- Conocerás la bodega Aiurri, de Alma Carraovejas, en Leza.
Claro que la conozco.
.- Conoces entonces Rioja Alavesa.
Yo soy muy amigo de Mikel Zeberio, que tiene allí una borda al lado de un regato. Mikel es un animal fantástico de Ataun. Es un aldeano inteligente, con clase y muy buena gente.
Los pueblos de Euskadi y sus caseríos me gustan mucho. Leza es hermoso, como lo es Labastida y todo su entorno.
Conozco a algunos pelotaris de Markina que jugaron a Cesta Punta. Para comer ya comen ellos. Yo puse diez kilos de pulpo de aquí, pan de tal, caldero, comían como salvajes, muy nobles, fuertes como robles.
«Ahora bebo más vino mío que nunca»
.- Xosé Manuel me dice que es muy importante el diálogo que mantiene contigo, lo que le permite seguir una tradición y unas costumbres.
Su estilo y el mío son muy distintos. Reconozco que ellos han dado un paso más. Xosé es un tío muy bueno. Yo tenía mis rutinas y manías. Ellos son más racionalistas, lo que no quiere decir que yo no lo sea, pero yo era muy exigente conmigo mismo. Mucho. Ellos tienen muchas hectáreas y no pueden pararse tanto como yo en la mía… Pero lo están haciendo muy bien.
.- Su material es más sofisticado que el tuyo.
Lo es, pero para lo que yo tenía, útiles elementales, casi chatarra, creo que lo hice bastante bien, según me han dicho, porque yo de mi vino probaba poco.
.- Lo que te volvía loco de pasíón era la viticultura…
Es ahora, desde que Pedro ha comprado mi viña, cuando bebo más vino mío que nunca.
.- Curioso, eh!
Me hace más ilusión. Es como si vas a pescar y comes lo que pescas. No, hombre, eso es una grosería. Los tíos buenos que pescan el pescado se lo dan a los amigos. Ellos comen carne, joder. Siempre a contracorriente, siempre. Hay que hacer siempre lo contrario que los demás.
Suscríbete a nuestra Newsletter
Acepto que Blog Rioja Alavesa utilice mis datos para acciones de marketing
Recibe nuestras novedades
Newsletter
Acepto que Blog Rioja Alavesa utilice mis datos para acciones de marketing
Un reportaje soberbio que nos haces vivir intensamente todo lo que se cuenta.
Y Emilio es un ser único. Un estímulo para vivir en plenitud. Ze ondo! Qué tío.
Eskerrik asko, Antton
Así que Ribeiro decayó en los siglos XVII y XVIII. Dice bien Laura cuando explica que «los propios del lugar no supieron aprovechar el momento». Es un buen aviso para navegantes. Para todos los que lo lean, sean o no vitivinicultores.
Gracias, Sandra
Qué buenos son los visionarios. Los que ven mucho más allá de sus narices. Los que lo dan todo. Genial Emilio Rojo, y a la vez genial Pedro Ruiz, el creador de Alma Carraovejas.
Gracias, JUan
Más que un sueño Borgoña es una realidad en muchas bodegas vascas a las que yo compro el vino. Podemos competir con Borgoña en calidad. Bien es sabido que tanto en el precio de las botellas, como en la edad a la que los adultos comienzan allí a tomar vino, y en los insumos realizados, nos ganan por goleada. Así que no queda otra que ser persistentes y creer más que nunca en nuestro terroir y nuestros vitivinicultores. Lo demás llegará.
Magnífico reportaje. Grande Emilio Rojo
Gracias, Jon
El dato es muy sorprendente. Me refiero a que en los 80 teníamos plantadas 10.000 ha de viña, cuando ahora no llegan a 1000. Lo menciona Xosé Manuel, y le creo. Espero que la DO Ribeiro haga un análisis serio de esas cifras. Mientras tanto, bodegas como Viña Meín-Emilio Rojo y tantas otras que trabajan en ecológico, como Cume de Avia, Bernardo Estevez, Antonio Amil… son un valor en sí mismas. Afianzan el futuro. Chulísimas las entrevistas y toda la atmósfera creada y recreada.
Gracias, Maruja
Este proyecto viene abanderado por estos tres fantásticos protagonistas (y el no ausente Pedro), llenos de conocimientos, pasión e ilusión .
Creo que esos valles donde se asienta la bodega van a volver a ver, como antaño, el prestigio de su nombre reflejado en unos vinos con vida propia.
Y en nosotros está su reconocimiento. Hay mucha poesía en sus manos, dentro de esas botellas, entre sus cepas.
Un lugar maravilloso con personas acogedoras.
Por cierto, no se puede ser más sabio. Tan solo pedir respirar bien, que los amigos estén vivos, y sobre todo que el champán no esté muy caliente … ¡Casi nada!
Gracias, Alberto
Animo a leer este reportaje de un tirón, no os lo perdáis por nada del mundo, para llegar al final con la alegría y el gozo que yo he llegado, gracias a Laura, a Xosé Manuel, a Emilio Rojo y Julia, a Pedro Ruiz y a Julio Flor. Cultura del vino sin medida. Estas historias me tocan el corazón. ¿Se nota, no? Porque quiero que se note
Gracias, Arene
¡Qué personajes más interesantes! Hay ver cuánto bello paisaje y paisanaje del bueno, de verdad, ofrece el mundo del vino. Es delicioso todo lo que se oculta en la cultura del vino. Suerte de contar con este Blog que lo cuenta y lo saca a la luz.
Gracias, Amaia
Querido Julio, muchas gracias! No había podido leer con detenimiento aún tu, como siempre, arrollador y emotivo artículo. Refleja la esencia de Mein y de Emilio Rojo. Y la calidad de las personas que forman parte de Alma. Su singularidad profesional y humana. Y me encanta cómo reflejan tus letras que el proyecto es solo un eslabón de una cadena maravillosa. El presente es el regalo que une el pasado y el futuro. No existe la propiedad, existe la pasión y el deseo por una tierra, su historia y su identidad. Y ojalá que esta parte de la historia seamos capaces de escribirla con letras, no doradas, sino del granito de nuestros suelos que es capaz de permanecer y permear sin perder consistencia y aportando una identidad única. Estamos escribiendo parte de la historia, estamos cuidando el préstamo de nuestros hijos. Ribeiro es historia viva que apunta a las nubes desde la tierra. Gracias!
Gracias, Pedro