“No es fácil encontrar viñas así en un mundo tan loco como el nuestro”, confirmó mi apreciación el ingeniero agrónomo Javier Blasco, que a sus 34 años lleva ya 12 de profesión a sus espaldas.
Alguien diría que llegar a Gredos es viajar al pasado del sector… Prefiero pensar que el encuentro desvela el presente vitivinícola de una zona hermosa, agreste, tan noble como compleja, sin espejismos de lo fatuo, un sitio difícil, indómito, que no obedece a parámetros que otros nos cuentan.
Un lugar fascinante donde se unen dos sierras, dos ríos, un pantano… y la intensa historia de viticultores anónimos, gigantes, sacrificados, de cooperativas que sostienen viñas antiguas y viejos sueños por un profundo sentido del amor a la tierra y al vino.
Amo ese lugar porque gentes como Ricardo Moreno, de la cooperativa vitivinícola El Cristo del Humilladero, de Cadalso de los Vidrios, me enseñaron cómo sobreviven viejos viticultores a los que honrar como si fueran los primeros campesinos, los últimos quizá en la zona, de una estirpe de generaciones que aún no hemos sabido cantar como se merece.
La finca Marañones es un lugar de variedades autóctonas en vaso donde no hay viñas en espaldera, una tierra fértil labrada con caballo y mula, en ecológico y biodinámico, con marcos estrechos de plantación, con diferentes exposiciones, orientaciones y altitudes, conviviendo con un bosque de encinas, robles, almendros, olivos, pinos…
En el silencio de un día sofocante de verano, Blasco homenajea a todos aquellos que en el pasado plantaron con esfuerzo este patrimonio vitícola, además de hacer lo propio con Fernando Cornejo, artífice, soñador y creador de Marañones.
Viticultores de Garnacha y Albillo Real
Hablando de los viticultores, escultores de Garnacha tinta y Albillo Real, recuerda Javier que aquellos “hacían todo a mano, apoyados en sus caballerías”. Agujereando el suelo de granito, estercolando aquellos úteros de tierra donde han prosperado las viñas
“Tienen un mérito terrible. Hoy nos parece un trabajo imposible, muy difícil de llevar a cabo, sobre suelos que tienen el granito muy expuesto, por lo que plantar a mano era una proeza”.
Es posible que este mundo estuviera desapareciendo de la faz vitivinícola de San Martín de Valdeiglesias (Madrid), pero hasta aquí ha llegado hace dos años Alma Carraovejas de la mano de Pedro Ruiz Aragoneses.
Pedro se enamoró del lugar, recogiendo un testigo candente, de gran responsabilidad, tratando de estar a la altura de vitivinicultores que generosamente se entregaron a sus trabajos hasta dejarse el alma y la vida.
San Martín de Valdeigleseas se encuentra en la confluencia de la Sierra de Gredos y la Sierra de Guadarrama, con altitudes que van de los 700 hasta los 910 metros, con una orografía diversa.
40 hectáreas de biodiversidad, 25 ha de viñedo
La bodega madrileña de Alma Carraovejas cuenta con 25 hectáreas de viñedo, la mayoría de ellos situados dentro de la finca Marañones, que en realidad se compone de 40 hectáreas de biodiversidad, en las que están incluidas parcelas y parcelitas de viñas muy repartidas e integradas.
Siete hectáreas son para vino blanco, de Albillo Real, siendo el resto de Garnacha tinta, las dos variedades reinas de Gredos.
.- ¿Dónde estamos ahora exactamente, Javier?
Estamos justo en un vértice de la comunidad de Madrid que linda al norte con Ávila y al oeste con Toledo. Estaríamos en ese vértice donde confluyen la Sierra de Gredos con la de Guadarrama.
Hemos dejado el pueblo atrás, situado a 750 metros de altitud, entrando en la finca Marañones, a 820 metros.
Tres tintos y dos blancos
Con las variedades de Marañones se elaboran y producen cinco vinos: tres tintos y dos blancos.
Tintos, en su inmensa mayoría de Garnacha tinta de entre 40 y 90 años, entremezclados con Chelva, la uva que se usaba para comer en Navidad, con un poquito de Morate y Cariñena, ambas muy residuales.
“30.000 maravedíes” es el vino de pueblo que se asocia a las parcelas que están en los alrededores del pueblo, a menor altitud, en fondos de valle.
Alude a San Martín de Valdeiglesias. El nombre de Treinta mil maravedíes hace alusión a Don Álvaro de Luna, valido de Juan II, el padre de Isabel la Católica, que compró el valle por treinta mil maravedíes a los monjes de Pelayos de la Presa, del monasterio de Santa María, donde luego se asentó el pueblo.
Marañones sería el vino de finca “donde tenemos esas 40 hectáreas de biodiversidad, que sale de esas parcelitas de Garnacha, situadas entre 800 y 850 metros de altitud, con suelos mucho más graníticos”.
Una roca emblemática
“Luego tenemos un vino parcelario que se llama Viña Caballera, que hace alusión a un paraje donde está situada una roca emblemática que da nombre al paraje, del que salen entre 1500 a 2000 botellas”.
Entre los vinos blancos está Picarana, que hace alusión “a las seis parcelas que tenemos de Albillo Real en Marañones, de viñas que tienen entre 40 y 70 años, una variedad de ciclo muy cortito, un vino con notas florales con apenas acidez, que se usaba para comer en fresco en Madrid.
Peña Cruzada, otro de los vinos blancos, de una única viña de setenta años. “Crece sobre un suelo de granito rosa. Respecto al otro, éste ofrece una sensación salina más potente, con muchas más notas de fruta”.
“Pronto sacaremos de la añada 2023, que ya está embotellado, otro parcelario de Albillo Real que se llamará Picuenco, de una viña de 85 años, situada a 900 metros de altitud. A diferencia de todos los granitos que tenemos en San Martín, le atraviesa una beta de feldespatos blancos que le da un punto ultra sápido en boca que le hace único”.
Me lo cuenta todo, con la pasión debida, un joven que pivota entre este rincón rural de Madrid y un paraíso en Segovia. Blasco lleva la dirección técnica de Marañones, a la vez que la de Ossian, otra de las bodegas de Alma Carraovejas, en su Segovia natal, más concretamente en el pueblo de Nieva, donde vive.
La vendimia empezó en agosto…
La vendimia ha empezado de momento en Marañones (estamos en la tercera semana de agosto de 2024) con el Albillo Real, coincidiendo en septiembre con el corte del Verdejo en Ossian, cuando aquí se estén vendimiando los últimos racimos de Garnacha.
.- Aquí arranca la finca Marañones, de 40 hectáreas. Ahí están las viñas, junto a las encinas…
Encinas, robles, almendros, olivos, pinos, cornicabras… una biodiversidad tremenda. La viña crece salpicada dentro de este entorno.
.- Todo existía antes de que Alma Carraovejas abrazara este proyecto.
Así es. Fernando Cornejo fue el anterior propietario de Bodega Marañones, que se llama así desde que él la fundó en 2005, adquiriendo pequeñas partes de un puzzle, comprando parcelita a parcelita, que luego consiguió cerrar, formando la finca Marañones en este paraje histórico.
.- ¿Cuándo y cómo entra Pedro Ruiz Aragoneses y, por tanto, Alma Carraovejas?
Entramos a finales de 2021, inicios del 22. Y esa fue, la del 22, nuestra primera añada.
Fernando Cornejo puso en marcha el sueño
.- Dices “entramos”, haciéndome ver que estás completamente implicado.
Porque estaba ya trabajando en Alma. Fernando Cornejo sigue estando en perfecta forma física y mental, pero quería dejar a un lado el proyecto al no tener a nadie que le diera continuidad.
Pedro Ruiz se cruzó una vez con él, haciéndose grandes amigos. Pedro vino un día a ver la finca, quedando enamorado de ella. Tiempo después a mí me ocurrió lo mismo.
.- ¿Desde cuándo estás tú en Alma?
Desde 2012.
.- ¿De dónde eres?
Soy segoviano, por eso empecé llevando Bodegas Ossian Vides y Vinos allí, en Segovia.
Ecológica, y en Demeter
.- Quiero pedirte que vuelvas con la memoria al día que llegaste aquí y viste esto por primera vez.
Me encontré con esta finca fantástica, que entonces no estaba en su mejor momento. Fernando estaba en trámites de certificar la viña en ecológico, hoy asentada como tal, y desde 2022 empezamos la certificación en Demeter, en agricultura biodinámica, queriendo darle ese puntito más de calidad y de cariño al viñedo, haciendo vinos más de raíz y de paisaje.
Marañones en la perspectiva de Alma Carraovejas
.- Aquí tenemos dos viñas diferentes, una de Albillo, la otra de Garnacha.
Como ves, el Albillo es una variedad más rastrera, que nosotros tratamos de llevarla a la mayor verticalidad posible a través de la poda en seco y la poda en verde, siempre con una exposición al sur, porque se premiaba que madurasen antes de cara a vender primero la uva en Madrid.
.- ¿Cuándo ha salido vuestra primera añada de Albillo?
La primera de blanco saldrá este otoño de 2024, que es la del 2022. Es un vino que expresa bien el granito, un vino súper mineral.
.- ¿Qué significa Marañones dentro de todo el proyecto de Alma Carraovejas?
Lo bonito del proyecto de Alma es que cada cual muestra la singularidad de la zona en la que está, la del territorio y las variedades. Marañones es redescubrir una zona que llevaba tiempo abandonada, una zona en la que siempre ha habido viñedo, pero que nunca ha sido muy apreciada, cercana a la vez que lejos de Madrid.
.- Una zona con un carácter singular.
Una zona a la que es difícil acceder y trabajar en ella. De hecho la mayoría son trabajos a mano, donde labramos con caballo y mula, donde no hay viñas en espaldera, siendo una de las pocas zonas de España donde no se instauró esa forma de cultivar la viña.
El caballo y la mula Sofi
.- Marañones es entonces un reducto a conservar.
No es fácil encontrar una viña de estas características en un mundo tan loco como el nuestro. Es una maravilla poder disfrutar de estas variedades autóctonas, con todo plantado en vaso, con marcos estrechos de plantación, con diferentes exposiciones, orientaciones y altitudes. Marañones es una vuelta al pasado.
.- ¿De quién son el caballo y la mula?
Nuestros. Por ahí está Sofi, la mula.
.- ¿A qué invita Marañones?
A practicar un sistema de agricultura más equilibrado y sostenible, mirando mucho más la microbiología, la diversidad y la salud de las plantas y los suelos.
.- ¿Cómo repartes el tiempo durante el año entre Marañones y Ossian?
Permaneceré 2/3 del tiempo allí, en Ossian, y el resto aquí. Es también una cuestión de dimensión del proyecto. Marañones son 25 hectáreas, y allí tenemos 110 hectáreas. Además, yo vivo en Nieva, en Segovia, donde tenemos Ossian.
El ingeniero agrónomo que trabajó de camarero
.- ¿Eres de Nieva o de Segovia capital?
De Segovia capital.
.- ¿Cómo llegaste a Alma Carraovejas?
Ahora tengo 34 años, pero empecé en Alma con 22 años. Hice ingeniero agrónomo en Madrid. Mientras estudiaba la carrera, trabajaba de camarero en el restaurante José María, en Segovia, para mis gastos.
En realidad ya había empezado a trabajar allí los veranos y los fines de semana con 16 años. Cuando me llegó la época de hacer las prácticas de ingeniería tanto Pedro como José María me dijeron que fuera a hacer las prácticas a Carraovejas.
Cuando en 2013 se adquiere Ossian, me invitaron a encargarme del proyecto.
.- ¿Sentiste vértigo al encargarte de un proyecto con 23 años?
Al principio teníamos cuatro hectáreas en propiedad. Yo entré como peón vitícola. Con el tiempo asumí la responsabilidad de la viticultura y a medida que fuimos adquiriendo viñedo viejo, y plantado viñedo joven, mis responsabilidades aumentaron a medida que ha ido creciendo el proyecto.
Cubo de Estrellas
.- En Marañones hay siete personas a tu cargo. ¿Y en Ossian?
Allí somos más de 15. Aquellos están allí, y estos siete aquí. Soy yo el que pivota y se mueve. De hecho, son proyectos distintos.
.- Veo que sientes los dos proyectos como algo muy propio.
A Ossian lo siento como si fuese un hijo mío. Respecto a Marañones, llevamos un par de años, habiéndole dado un cambio espectacular a la viña. Así que a este proyecto también le he tomado muchísimo cariño.
.- Hemos venido hasta la parte alta de la finca, donde se encuentra lo que llamáis el Cubo de Estrellas.
Venirse aquí alguna que otra noche con una mantita, un poco de jamón y una botella de vino y una buena compañía no tiene precio.
.- ¿Qué se puede ver desde aquí a las 12 del mediodía, en lo que es la parte más alta de la finca?
Se aprecia el final de la Sierra de Gredos. Mirando al sur vemos el Cerro de Guisando. A mano izquierda tenemos el valle del Tiétar, y bordeando por la parte derecha, al otro lado, vendría el río Alberche, formando en San Martín de Valdeiglesias el embalse de San Juan, que es navegable. Además de poder observar una gran parte de las viñas con sus suelos de granito.
«Plantar a mano era aquí una proeza»
.- ¿Te has puesto a pensar alguna vez en aquellos que plantaron estas viñas que hoy tienen entre 80 y 90 años?
Tienen un mérito terrible porque antiguamente lo hacían todo a mano, marcando con varas y cuerdas, haciendo agujeros profundos en el suelo, que estercolaban, y ahí plantaban la vid americana y luego reinjertaban.
Era muy difícil hacerlo, porque son suelos que tienen el granito muy expuesto, por lo que plantar a mano era una proeza.
.- He conocido a viticultores de ochenta años, y de noventa, cerca de aquí, en Cadalso de los Vidrios, que siguen en la Cooperativa El Cristo del Humilladero cuidando sus vides… ¿Qué papel está llamada a jugar Alma Carraovejas?
Somos el relevo que está viniendo, porque antiguamente en San Martín de Valdeiglesias todo lo que hoy vemos como bosque era viña hace 80 años, con la cooperativa Álvaro de Luna que hace 40 años metían ocho millones de kilos de uva. Una cooperativa que hoy está cerrada.
La zona vitícola de Gredos, tanto en Toledo, Ávila y Madrid son unas 2000 hectáreas de Garnacha y Albillo Real, integradas en este sistema de granitos, pero que antiguamente eran muchísimas más.
¡Qué será, será!
.- ¿Qué será de esta zona?
Se están sumando nuevos proyectos, pues la zona está en auge, de moda dirían algunos. Se están volviendo a recuperar viñas, nutriéndose de nuevos viticultores, con bodegas de otros lados que vienen aquí a elaborar vinos, como nosotros, dando así valor a una zona única.
Antes se hacían vinos de consumo llano, pero hoy por hoy se hacen vinos de calidad, con identidad propia y un valor añadido.
.- ¿Se está contando bien todo esto en la prensa de la zona, o en la prensa nacional?
Estoy leyendo ahora el libro del Master of Wine, Pedro Ballesteros, y habla en ese sentido que te cuento, situando hoy a esta zona en una de las regiones punteras en España en cuanto a viticultura extrema de montaña y en cuanto a elaboración de vinos muy finos, con mucha expresión del terreno.
«El romanticismo es fundamental»
.- Con todo esto que dices, ¿cuánto hay de romanticismo en ti?
Jajaja. Bueno, el romanticismo es fundamental, pero al final es una cosa que te sale de manera innata. Hay una frase muy bonita que indica que empiezas a disfrutar de la viña y a conectar con ella cuando dejas de pensar que la viña te pertenece a ti, cuando en realidad es al revés, eres tú quien pertenece a la viña.
Es entonces cuando aprendes a verla de otra manera, y a interpretarla después en la bodega. Alguien puede pensar que estás loco, pero ese es el punto de magia que el vino tiene. Es lo que tenemos que ser capaces de transmitir.
.- Vamos, Javier, que no te equivocaste con la elección de tu trabajo, porque antes me has dicho que hubo un tiempo que querías ser enfermero.
Jajaja. No me he equivocado. Hice agrónomos, y luego la especialización en agroalimentarias, donde teníamos la asignatura de Enología, y ahí caí preso.
.- ¿Desde cuándo dirías que todo esto te gusta con locura?
En 2009 empecé a catar vinos con más asiduidad. Fue en 2013 cuando sonó el click en las prácticas de Carraovejas, que me hicieron mucho bien. Llegar a Ossian, ver esas viñas tan viejas, beber los vinos que se hacían, catar vinos internacionales en la bodega, todo eso te cambia la cabeza para siempre. Ese es el click definitivo.
«Espero jubilarme un día en Alma Carraovejas»
.- Teniendo en cuenta dónde estás, en Alma Carraovejas, propietaria de bodegas mimadas en España… ¿A qué aspiras?
Mi única y actual pretensión es poder hacer cada vez mejores vinos. No aspiro a más. Esta es una manera preciosa de hacer vino.
.- ¿Te ves montando una bodega de la que tú seas el propietario?
No, no. Te diría que espero jubilarme en Alma Carraovejas, en Ossian, en Marañones. Me he criado con ellos y siento el proyecto como mío.
Tiene que ser bonito mantener un proyecto propio, pero empezar de nuevo y tener todo lo que tengo al alcance, con la diversidad de oportunidades tanto para cultivar la viña como para elaborar vinos… Eso me costaría decenas de años. Aquí estoy muy a gusto.
Lo más hermoso de este sector
.- ¿Te inquieta lo que está pasando en el mundo del vino?
Sin duda. Vivimos en un mundo global en el cual determinadas zonas de producción han marcado mucho los estilos y la cuotas de mercado, si bien la gente se va abriendo a otras referencias, de tal manera que se han creado tales burbujas en torno a ciertas denominaciones que acaban rompiéndose.
.- ¿Qué es lo hermoso de este sector?
Poder mantener la diversidad y no solo hacer y vender vino para beber, sino hacer vino para mantener un paisaje, una cultura, un entorno, unas tradiciones, unos pueblos y un estilo de vida, mejorando cada vez más el medio ambiente que nos rodea.
Haciéndolo así es muy difícil que te pinche la burbuja. Al final estás haciendo un ecosistema, no estás haciendo sólo vino. Estás haciendo vida.
Bodegas Aiurri, en Leza
.- ¿Qué dices de Rioja Alavesa, donde Alma tiene la bodega Aiurri?
Es una zona muy de moda en Rioja. Allí se están elaborando los mejores vinos de Rioja.
Es una fortuna que nosotros también estemos allí, en Leza, en Aiurri, y que podamos disfrutar de los vinos que van a venir en los próximos años, que son fantásticos. Doy fe.
.- ¿Cómo te has sentido atraído por el paisaje de Rioja Alavesa?
Tiene un paisaje icónico. La Sierra de Toloño es fantástica. Es un paisaje bestial. Qué decir del efecto foehn cuando esa nube va surfeando la Sierra, es un paisaje alucinante. Pero te diría que me gusta también mucho Galicia, o Cádiz, con el marco de Jerez, y Francia me vuelve loco.
.- Pero seguro que te quedas con Nieva…
Siii, claro, me quedo con Nieva, en Segovia, por la naturaleza de las viñas, que es un proyecto que más viñas viejas tiene ahora mismo, viñas de entre 100 y 200 años, muchas de ellas pre filoxéricas. Es algo que no todo el mundo conoce.
.- Envíame fotos de Nieva, por favor.
Lo haré.
Pero lo que tienes que hacer es venir hasta Nieva. Y entonces verás lo que es bueno.
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Colaborar siendo competencia es signo de sabiduría y personas grandes, de esas personas que son imprescindibles para crear un futuro inclusivo que no deje a nadie atrás. Por lo leído en este Blog, Pedro Ruiz es una de esas personas. Cultiva tierras y el don del detalle entre las gentes.
Gracias, Lea
Hermoso todo. El proyecto, la finca, las fotos, el encuentro entre las gentes de todas la generaciones, el reconocimiento a todas las personas campesinas. Zorionak!
Eskerrik asko, Kerman
No tiene pinta el joven Pedro Ruiz Aragoneses de creerse el salvador de nada. Sí el impulsor generoso de la cultura del vino, del mimo y la atención exquisita. Enhorabuena. Y claro, Zorionak por Aiurri, con carácter vasco de Rioja Alavesa
Milesker, Begoña
Aquellas tierras son un bello lugar, un poderoso paisaje forjado por incansables hombres y mujeres que han trabajado durisimamente contra la adversidad. Su memoría y fuerza anida y transita en cada actual finca y viñedo. En cada vino. Aupa zu!
Eskerrik asko, Estibaliz
Campesinos como Salustiano, de esos pueblos rurales de Madrid que se han convertido en turísticos, con esas manos de tierra que hablan y cuentan la Historia. Son viticultores de granito. Más fuertes que el la piedra castellana, que han sabido domar.
Bonito reportaje, bien contado por Julio Flor y Javier Blasco. Qué ganas de ir a visitar esa hermosa zona.
Gracias, Juan
Qué punto más intenso, Gredos, que aúna belleza, seres creadores dispuestos a la lucha, uvas que como sus campesinos sobreviven a todos los avatares.
Que venga Marañones a ese espacio donde las pasiones del vino son carta de naturaleza.
Un aplauso Pedro, por haberlo sabido mirar cómo se merece, tanto el lugar como sus gentes.
Gracias, Alberto
Excelente reportaje. Doy fe de su rigor pues soy de allí (50% San Martín de Valdeiglesias y 50% de Cebreros).
Hago un llamamiento a grupos bodegueros a asentarse en la zona. De lo contrario me temo que en tres años desaparezcan el 40% del viñedo viejo.
Todos los años surgen proyectos vitícolas, pero su dimensión, épica y romanticismo está reñida con su viabilidad económica. Dando como resultado aventuras vitícolas más que a proyectos enológicos.
Gracias, Borja