“Un vuelo ágil, preciso, más estético, más alto. Siempre en búsqueda interna y externa, tratando de trazar nuevos horizontes, de dibujar un precioso futuro”, en declaraciones de Pedro Ruiz Aragoneses al Blog Rioja Alavesa.
Antes de que hubiera un águila, el origen de todo estuvo en el Mesón José María de Segovia. Una historia llevó a la otra. José María Ruiz quería un gran vino para acompañar el lechazo de su restaurante.
El latido empresarial de José María le llevó a comprar 25 hectáreas de terreno en el valle vallisoletano de El Botijas, en Peñafiel, donde plantó vides de diferentes variedades. Aquel vino, de nombre hoy célebre, Pago de Carraovejas, le otorgó mayor prosperidad al negocio.
La historia cobra impulso con la incorporación de su hijo, el psicólogo Pedro Ruiz Aragoneses, que con el vuelo de la inteligencia, cercanía y audacia, combinada con humildad, respeto y un trato cercano con sus trabajadores, que hoy son más de 220, fue adquiriendo en tiempo récord pequeñas bodegas de culto, algunas de ellas deficitarias.
La metáfora de volar alto
Además de la metáfora del vuelo alto, que bien pudiera ser alcanzar grandes metas, «Alma son Personas, Paisajes, Compromiso con la tierra, Equilibrio, Conocimiento, Emoción, Patrimonio, Poda de respeto, Viñedos Singulares, Elaboraciones al detalle, Cercanía con sus trabajadores, Vinos llenos de verdad, Biodiversidad…».
Con la serena bandera de la viticultura ecológica y la sostenibilidad, Pedro Ruiz puso «el águila en vuelo permanente», trabajando a medio y largo plazo, tocando con su saber hacer unos y otros proyectos, rodeándose de grandes profesionales:
Así llegaron Fuentenebro en Burgos, Viñamein Emilio Rojo en Galicia, Ossian en Segovia, Aiurri en Euskadi, Marañones en Gredos… además del restaurante Ambivium, la Fundación Cultura Líquida o la distribuidora SV Wines.
Lugares diferentes agrupados ahora bajo la idea de “Tierras únicas, Alma Compartida”.
La búsqueda de la mejora continua
En palabras de José Peñín, que estuvo el 24 de octubre entre los 74 periodistas del vino en Peñafiel, “los que escribimos de vinos y cocinas solemos olvidarnos de los empresarios, ensalzando a los enólogos por un lado y a los cocineros por otro”.
Imposible olvidar el emprendizaje de José María Ruiz o de su hijo Pedro, que ha sabido poner en el firmamento del vino la cultura de la mejora continua, entrando siempre con delicadeza en los proyectos, cantando y alabando el origen, como ha hecho en Leza con la bodega Aiurri, a la que le ha dado un nombre en euskera, Carácter, dirigida por la enóloga Neza Skrt.
“El águila imperial condiciona positivamente los ecosistemas en los que se encuentra”, me dirá Pedro Ruiz buscando una similitud con el ave que puede volar a 7000 metros de altura y está, por cierto, en peligro de extinción.
“Alma pretende trascender al desarrollo económico, social y antropológico en cada uno de sus proyectos, conectando cultura, historias y personas, más allá de querer elaborar los mejores vinos que seamos capaces de hacer, que han de ser reflejo de ese conocimiento histórico y cultural de cada lugar”.
Ese es el calado de la propuesta que se puede ver, tocar y beber. Cómo olvidarse, en el encuentro de Peñafiel, de un formidable vídeo, con la tecnología precisa, en el que pareciera que volamos montados en el águila, recorriendo tierras, viñedos, barrancos, colinas, bodegas…
Contemplar la vida por el ojo de un águila
O incluso más. Durante seis intensos minutos fuimos águila contemplando por sus ojos, el de un dron por supuesto, la maravilla de tierras distintas, de gente atareada en viñas y bodegas, que tras una larga travesía… finalmente llegó a colarse en la propia sala, en directo, sorprendiendo a los 74 periodistas, hasta situarse delante del propio Pedro.
Si el águila posee una visión única, diferente del mundo, Pedro Ruiz Aragoneses está queriéndonos decir que no sólo es lo que hacen, “sino cómo tratamos de hacer las cosas, con qué mirada, qué tipo de sentimientos y para qué”.
El tiempo no pasó en balde durante las doce intensas horas de Peñafiel, desde las 12 del mediodía a las 12 de la noche, cuando todo el núcleo del equipo de Alma, con Pedro a la cabeza, nos despidió a pie del autobús después de cenar y beber en el restaurante Ambivium de la bodega, de una estrella Michelin.
«Lágrimas» en las viñas de Pago Carraovejas
Recapitulando, a la mañana habíamos visitado diferentes viñedos, como Espantalobos, veinte hectáreas 100% Tempranillo donde antes era impensable que las vides maduraran, buscando la adaptación al cambio climático, como nos contó Ana Tena.
De allí nos fuimos a El Anejón, donde nos esperaba Almudena Calvo, la directora técnica, que casi vuelve a llorar, al hablarnos de la piedra (el granizo) que este verano destrozó el 40% de la cosecha de Tempranillo, Merlot y Cabernet Sauvignon. “Para llorar”, dijo, “para llorar”.
José María Ruiz y Ascensión Aragoneses
En la Cuesta de las Liebres, junto a la bodega, nos esperaba Elena Rivilla. responsable de viticultura, un viñedo en pendiente a 800 metros de altitud con problemas de erosión y escorrentía, con cubierta vegetal, donde están probando unos biorrollos con fibra de coco para retener el suelo.
Una vez que los diferentes grupos visitamos los viñedos, con todo lujo de detalles técnicos, nos juntamos en una gran sala de la bodega para asistir a una primera cata, ya que a la tarde hubo una segunda más amplia, escuchando las palabras de Pedro Ruiz, con su padre José María muy cerca bebiendo el contenido de las frases de su hijo en silencio.
“Que no se nos olvide que Pago de Carraovejas es la madre de todo”, dijo Pedro, para instantes después emocionarse hasta quedarse por unos instantes sin voz, homenajeando de esta sentida manera a su padre José María y a su madre Chon (Ascensión) Aragoneses.
Tras el espectacular vídeo del águila y su vuelo sobre los distintos territorios, el jefe ejecutivo de Alma Carraovejas recordó la pregunta que sobrevuela muchos encuentros con la prensa: “¿Dónde vais con tantos proyectos vitivinícolas en tan poco tiempo?”
“Después de haber buscando entornos privilegiados, lugares únicos, hoy tenemos el reto -contestó- de respetar el alma de cada lugar, de asentar todos los proyectos y de crecer verticalmente». El reto de embotellar con mimo la música de diferentes paisajes.
De paso corto y mirada larga
No hay en Pedro engreimiento alguno. Nada de presumir por los logros alcanzados. Nada de altanería. Ningún adorno. Por la tarde tocó el turno a cada uno de los proyectos, dando juego a cada director técnico al cargo, entre ellos Laura Montero, de Viña Mein Emilio Rojo; Javier Blasco, tanto de Ossian como de Marañones. O Neza Skrt de Aiurri, en Leza.
“Nosotros somos de paso corto y mirada larga”, llegó a definir el impulso que les guía en los proyectos de largo recorrido. Dando a entender que cada día tiene su afán, y cada trimestre sus objetivos. Ni caso a los pesimistas, a los optimistas infundados o a los aduladores
.- “Eres tan estupendo como todas tus bodegas juntas”, le dirá alguien a Pedro.
“Gracias -contestará-. Todo el proyecto es mucho mejor que yo”.
Hablando de Aiurri, con la mirada puesta en Rioja Alavesa, le reconocí a Pedro Ruiz públicamente ante mis colegas reunidos en Peñafiel que ha sabido entrar con delicadeza y respeto en Álava, situando la economía en paz con la naturaleza y las familias de Leza, pagando las uvas que compra a los viticultores por encima de los costes de producción.
¿Y los vinos? Los vinos son vibrantes. Darán que hablar. Y tienen mucho que decir.
Para él y su aita José María dejé una frase del Nobel de Literatura (1957), el francés Albert Camus: “La libertad no es más que la oportunidad de ser mejores”. Sinceramente creo que Pedro, como ser humano, como empresario, está sabiendo utilizarla como es debido.
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Hay crónicas como ésta que alimentan el espíritu. Que te echan a volar por un firmamento de buenos sentimientos.
Quien lo ha leído, sabe por qué lo digo. Quien aún no lo ha hecho, ya verá en qué me baso.
Gracias, Arene
Maravilla.
Ese águila vuela por mi interior.
Gracias, Rafael
En este acto tan lejano, la Comarca tuvo su presencia, presente con Aiurri, y sobre todo fue merecedora de halagos por la personalidad de nuestra tierra y por el trabajo bien hecho.
Sin Aiurri, Alma de Carraovejas seria un poco mas pequeña. Así que sintámonos partícipes del proyecto, que entre otras muchas cosas es un reconocimiento de nuestro valor como una zona dedicada al vino.
Gracias Pedro por acercarte, por ser discreto y acogedor, y volver de nuevo a descubrir, por si hay alguien que no lo sepa, el aroma de Rioja Alavesa, un aroma cercano y universal.
Gracias, Alberto
Precioso!!!!
Gracias, Cristina
Excelente crónica! Dan ganas de todo, incluso de santificar los vinos de Rioja Alavesa. Y todo el proyecto de Alma.
Gracias, Rosaura
La sensibilidad, el compromiso con el entorno y la humanidad son el mejor paisaje que podemos componer a lo largo de nuestra vida. Son una fuente inagotable de satisfacción.
Gracias, Lea
Es una crónica vibrante, con alma, auténtica, emotiva… y es así porque la pasión que ponen los vitivinicultotes en este sector es la fuerza que les impulsa a lograr los sueños más audaces, como Alma Carraovejas, por eso vuela alto. Todo un éxito personal y empresarial.
Gracias, Carmen
Julio,
tu pluma despierta emociones.
Muchísimas Gracias por lo bonito que escribes sobre nuestra empresa familiar.
Gracias por tu maravillosa aportación al mundo del vino.
Larga vida para seguir ayudándonos y para enseñarnos las grandezas y virtudes que nos depara EL VINO.
Un Abrazo.
Gracias, José María