Un Maná, que según el libro del Éxodo, fue el pan caído del cielo, enviado por Dios todos los días a los israelitas durante los cuarenta años que éstos deambularon por el desierto.
No sé si habrá alguien que esté a punto de plantear, con una cierta desesperación, que los sacerdotes de la Comarca organicen rogativas para que llueva, ante lo que algún cura avispado podría contestarles aquello
“De acuerdo, haremos rogativas a San Isidro, pero de llover no está”.
Un santo a la intemperie
Le he preguntado al sacerdote Antonio Mijangos si en el pasado los agricultores le plantearon la celebración de rogativas. “Varias veces, sobre todo en Ecuador, pero me decían que yo no estuviera presente porque no tenía fe en su eficacia”.
.- ¿Y en Laguardia o en otros pueblos de la Comarca?
Nunca, aunque sí participé en rogativas en mi época de monaguillo. Salíamos en procesión por los alrededores del pueblo con la imagen de san Isidro y cantando las letanías de los santos.
Antonio Mijangos recuerda lo que se cuenta de una supuesta rogativa que hicieron en Navaridas.
“Salieron en procesión por el pueblo pidiendo la lluvia y, en medio del recorrido, comenzó a llover. Los navaritanos dejaron las andas del santo en el suelo y se resguardaron de la lluvia en los portales, dejando al santo en el suelo, a la intemperie”.
“Y el santo -según cuenta la leyenda- ofendido y cabreado por el desprecio y olvido de su imagen, los castigó con un buen pedrisco”.
Con o sin rogativas, en las conversaciones y los pensamientos de los viticultores, la lluvia se ha convertido en una letanía, en una oración.
Hay un texto atribuido al escritor José Martínez Ruiz “Azorín” (1873-1967) que describe con belleza una de aquellas rogativas de los agricultores de Castilla.
“El señor cura, desde lo más alto de la Peña Blanca, echa la bendición a los campos. La gente, arrodillada, ruega a San Isidro que envíe la lluvia que tanto necesitan estos campos resecos. Algunas personas cogen puñados de tierra y la besan, y hasta se me hace a mí que la riegan con sus lágrimas”.
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Curiosa leyenda. Y magnífico final!!
Muchas gracias, Arene
No me preocupan las oraciones. Que cada cual haga lo que crea conveniente con su fe.
Lo que me duele es el daño irreparable que le hemos hecho al Planeta… aunque es verdad que lo destrozamos, y aún así nos sigue regalando flores
Muchas gracias, Aguilera