La cata del pasado 31 de octubre tuvo lugar tras las vendimias de 2023, cuando la bodega de los hermanos Fernández Gómez ya elaboraba en Labastida TREINTA Y SEIS vinos diferentes para un total de 190.000 botellas anuales.
Carlos Fernández mantuvo con el grupo de periodistas una relación cercana, cordial. Pudimos verle como maestro de ceremonias de algunos de sus vinos amados, descorchándolos, hablando cariñosamente de ellos, sirviéndolos en las copas, ofreciéndonos una cata en la que se mostró cual si fuera un encantador de serpientes.
“Hoy cataremos dos blancos y un rosado”, anunció, si bien el encuentro tuvo tres vinos más de regalo. Vinos que disfrutamos de lo lindo, con un presentador profesional que, junto con su hermano Fidel Fernández, ha creado olores, colores, brillos, sabores que palpitan en barricas y depósitos.
Vinos Tierra… que si el cauce del río Ebro pudiera acogerlos en su seno los llevaría encantado camino del Mediterráneo, igual que van desde sus botellas a las bocas de los amantes de la cultura del vino.
La cata fue el colofón de una mañana intensa, en la que José Manuel Calleja y Nagore Martínez, de la oficina municipal de Turismo, nos pasearon pueblo arriba, atravesando el arco de Larrazuria (XVI), entrando en las dos iglesias del pueblo, Nuestra Señora de la Asunción (XVI) y la Ermita Fortaleza del Santo Cristo (XII).
Fue revelador pasar de esas catedrales del vino, llenas de Historia, al calado de Bodegas Tierra, del siglo XVI, repleto de vino en sus depósitos de hormigón desde 1989, donde durante un tiempo duermen bajo tierra antes de viajar por el mundo, ya que el 80% de su producción se exporta, y de ese total de vino exportado, el 50% va destino a Estados Unidos de América.
Entre copa y copa catada, Carlos nos fue contando que tras abandonar la Cooperativa de Vinos de Labastida, creada en 1964, Bodegas Tierra arrancó en 1989, con el padre y los hermanos Fernández Gómez alternado la bodega con otros trabajos. De hecho, tres de los hermanos llegaron a coincidir trabajando en una obra, Fidel y Rodrigo de albañiles, Carlos de electricista.
No mirarse el ombligo
Al principio, alejado de la bodega familiar, Carlos Fernández continuó trabajado de electricista en Haro, hasta que la chispa y el veneno por el vino y la viña, sobre todo, se apoderó de él a partir de 1995. “Fue un vino, el 904 de Bodegas La Rioja Alta, un coupage de Tempranillo y Graciano, el que un día me llevó a decir “quiero hacer vino” ”.
“Hoy, cuando voy a cumplir 50 años (faltaban unos días para el 4 de noviembre), tenemos gente joven en la bodega que nos refresca la cabeza y no nos deja mirarnos al ombligo”.
Si le escuchas hablar de vino en general, y los suyos en particular, nadie diría que cabe mayor pasión en su cabeza. Pero sí cabe, ya que aún le entusiasma más el viñedo. “El día que dejemos de vendimiar en esta bodega, dejaremos de hacer vino”.
Bodegas Tierra posee 41 hectáreas de viñedos, todos ellos en Labastida “para dar mayor empaque a lo nuestro, de hecho creo que somos la única bodega de Rioja que mete únicamente en su bodega uvas del pueblo donde está enclavada”.
A él le gustan sobre todo los vinos blancos. “Un blanco entra muy bien en el cuerpo y tiene una siesta cojonuda”. Nos lo decía con el primer blanco de la cata, el blanco “Tierra” 2022, fermentado en barrica. “Un blanco con el que hemos ido evolucionando”.
El secreto de Rioja Alavesa
“Soy el mayor cliente que tengo…”, apuntó en un momento, dejando esa frase en el aire, mientras respiraba los aromas de su otro vino, el Belisario. “A mí no me basta con beberme una sola copa de vino -continuó-. A mí me apetece siempre beberme la botella entera”.
Son muchos los bodegueros de la Comarca que hablan de los vinos como si fueran personas, con sus adjetivos calificativos. “Nuestros vinos son honrados. A sus uvas las hemos recogido a mano, en cajas de 12 o como mucho 14 kilos”.
Llama la atención que una bodega de 41 hectáreas de viñedo elabore 36 vinos diferentes. “Hay blancos de los que sólo elaboramos 500 botellas, mientras que otros suman 900. Vinos como el formidable “Cifras”, que se vende en el mercado por algo menos de 20 euros la botella”.
Su bodega / Labastida / y Rioja Alavesa están muy presentes, de manera alterna, en su boca. “El secreto de Rioja Alavesa es que en todos los pueblos hay bodegas familiares, que es una manera intensa de mantener el arraigo a esta tierra. Es una forma de vida. En mi caso, a mis casi 50 años, no concibo ya otra manera de vivir”.
La cata avanzaba. Sobre la mesa había sido descorchado el Tierra Fidel Fernández, procedente de un viñedo singular de 1920, donde conviven la Cariñena, la Viura, el Moscatel, la Malvasía, la Garnacha Blanca o el Palomino. Ojo, porque ese viñedo tiene más años que el Consejo Regulador Rioja”.
Eso le llevaría a decir que “el mayor y el mejor consejo regulador que existe es la calle”, queriendo decir que en la calle está el pulso donde el vino se vende. Y lo dice él, “condenado” a calentar los asientos de los aviones en los que viaja por el mundo.
Desayuno de todos los días con Fidel
Hubo preguntas por parte de los periodistas. Y alabanzas para sus vinos. Alguien quiso saber qué precio tenía “este magnífico vino”. Con este vino -comenzó diciendo Carlos- tras la vendimia de sus uvas, las despalillamos y venga, va, lo metemos en un fudre austro húngaro. Lo vendemos a 35 euros, que soy de los que piensa que en Rioja vendemos vinos muy baratos”.
Luego volveremos con este tema de lo barato y lo caro, porque estábamos en esas cuando entró en escena el rosado. “Este vino es para sentarte a gusto a comer con él. Quiero decir que no es un vino de cubitera y piscina. Con estos vinos -soltó Carlos en medio de una carcajada general-, otro amigo y yo nos hemos bebido el río Ebro dos veces”.
Se refería al rosado “Tierra de mármol”, para el que cortan y atesoran 2600 kilos de uva. ¿Mármol? Con cierta intriga, nos contó que “primero buscamos la solución y luego generamos el problema”.
Recordó Carlos una conversación con su hermano Fidel, con quien desayuna muy temprano todas las mañanas del año que ambos están en Labastida. “Esta mañana también hemos estado juntos a las 7 de la mañana… y a veces no discutimos”.
Cierto día le dijo a Fidel “Tenemos que hacer un vino rosado”. “¿Un rosado?, tú estás mal del bolo”. “Sí Fidel, un rosado mármol, frío, con microoxigenación”. Y lo hicieron. Compraron un depósito especial de mármol que “sudaba por todos los lados”, del que obtienen 1333 botellas.
«Una bodega ha de innovar»
La historia del rosado que madura dentro de un depósito de mármol tiene tela. “Le compré la parcela a un tío de Orozco, resultando que no contaba con derechos de plantación. Conseguimos plantar como «viñedo experimental» uvas de Pinor meunier y Pinor noir. Cuando el viñedo cumplió cinco años, hicimos este vino de color clarito, que no quería otro tipo de color”.
El relato del rosado de mármol nos lleva a la creación de vinos que antes de llegar a la bodega pasan por la cabeza. “Una bodega ha de innovar -defiende Carlos-, no todo puede ser copiar”.
¿Qué pasó con el rosado de mármol? “Pasó que lo embotellamos un lunes, vino un importador de Estados Unidos y me lo compró todo, colocándolo luego él en un santiamén en el mercado estadounidense. Aúpa ahí!”.
A estas alturas de su vida, como viticultor y bodeguero, no se aferra a nada. “Hace diez años pensaba otras cosas. Pero en estos años de pandemia y crisis me he dado cuenta que hay que abrir la mente a tope”.
Así llegamos al Belisario, de la añada 2019. Algo tiene el Belisario que al abrirlo se le ha puesto un brillo en la mirada.
“Confieso que soy un bebedor de vino tinto joven del año en mi día a día, pero que sobre todo bebo vino blanco. Es más, de cada diez botellas que me bebo, ocho son de vino blanco”.
«Un Tempranillo como Dios manda»
“Ah, el Belisario es un Tempranillo como Dios manda de Rioja Alavesa. Es un vino que da lo mejor de sí, con la calidez del río Ebro. Estoy de acuerdo que este vino se beba en el cielo, o en el día del Corpus. Le hemos puesto a 45 euros la botella”.
El Belisario les acompaña en la bodega desde el año 2000. “Por entonces este vino costaba 5000 pesetas la botella. Pues bien, a mi padre le daba vergüenza que un vino costara “tanto dinero”. Fíjate lo que son las cosas. Bien, pues ahora, ya lo sabe mi padre, tengo la primera añada de un vino en la bodega que en 2026 costará cien euros la botella… o más”.
Ha llegado el momento de hablar de lo caro y lo barato. ¿Qué expresa ese deseo de incrementar los precios? “Nos falta tener un orgullo por lo nuestro. Creo que no hemos sabido, en general, valorar lo que tenemos en Rioja Alavesa. En mi caso yo sí tengo el orgullo por Labastida y por Rioja Alavesa”.
“Al cabo del año por aquí viene mucha gente que valora, incluso más que yo, a Rioja Alavesa, o a Labastida. “¡Menudo lugar! ¡Esto es el paraíso! ¡Qué vinazos tenéis, qué paisaje, qué pueblos, qué iglesias!!!” …
“Me pone de mala hostia -lamenta para terminar, antes de levantar las copas en un brindis final- que la gente viticultora quiera que se pague toda la uva a más euros, y que luego no quiera pagar una botella de vino a más de diez euros. Queremos tener el cerdo gordo y que no pese”.
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Con bodegueros como Carlos Fernández y catas como ésta, tan maravillosamente contadas, los vinos se venden solos. Por cierto, viva el sentido del humor, que sin él somos muy poquita cosa
Gracias, Begoña
Tened cuidado: tanto amor a sus vinos, a Labastida y a Rioja Alavesa se contagia, y de qué manera. Bravo por Carlos y por este magnífico Blog!
Gracias, Clara
Estoy muy a favor de valorar los vinos que tenemos. Valorarlos como es debido… De igual manera soy consciente de que digo esto en un momento delicado, en el que la sociedad sufre la carestía de la vida, con muchos productos de primara necesidad, como el aceite, por las nubes. Unas bodegas, como Tierra, podrán subir los precios, pero otras deberán esperar a que lleguen las vacas gordas a la Economía y a los salarios de la gente. Aún así, y precisamente por esto, me alegro muchísimo por los que se pueden permitir subir los precios de sus vinos. Cómo dice Carlos, Aupa ahí!
Gracias, Juan
El sector vitivinícola de Rioja Alavesa, tiene muchas situaciones diferentes, y cada explotación busca dentro de sus posibilidades la mayor rentabilidad posible.
Ahora bien, hay que reconocer que Carlos es un viticultor-bodeguero, exponente de una vitivinicultura viva, imaginativo, innovador, uno de los grandes y originales empresarios que merecen toda la suerte del mundo, por su trabajo, cariño y valoración a Labastida y Rioja Alavesa .
Gracias, Fernando
Leí una encuesta en la que más de un 70% de la población española decía estar contenta con su trabajo. Carlos llega más allá al proclamar que «no concibe otra manera de vivir». Y eso se tiene que notar en sus vinos. Y eso ya nos ayuda a los demás a estar más contentos en general. Lo de nuestro trabajo, en concreto, ya es agua de otro cantar y de otro río. Uno que tampoco lleva vino (muy bueno, jaja). Pero a mí me vale con las enotecas (que ya me he apuntado a El Belisario)
Gracias, Arene
Enorme Carlos, buena entrevista, enhorabuena equipo!
Gracias, Carlos
¡Qué mayor te estás haciendo, amigo Carlos! 50 años y 190.000 botellas anuales a un precio medio importante. Con 300 tan corajudos y afortunados como tú los actuales problemas de Rioja Alavesa desaparecerían.
Gracias, Miguel
Puede que no sea muy objetivo si califico como pasional, elaborado y de gran calidad el resultado del trabajo de la «familia Tierra». Pero así es! Una familia que es uno de los exponentes de lo que me atrevería a llamar «el nuevo Rioja, Rioja Alavesa». Calidad de la uva por encima de todo, disfrutando del trabajo, respetando el paisaje para las futuras generaciones y realizando elaboraciones creativas e innovadoras que llevan el terruño en su máxima expresión a una copa de vino.
Gracias, José Manuel
Maravilloso el paisaje cultural del vino y el viñedo de Rioja Alavesa. Cientos, miles de años de buena gente, curtida por el esfuerzo y las ganas de construir Comunidad y Futuro.
Gracias, Amaia