Abr 03, 2018

La viña tiene quien la escriba

Nada más entrar en Euskadi, desde Briñas, junto al Ebro, hay una viñita que se llama «Las cruces», a la que los días sin nubes en el cielo, le da el sol en su carita hermosa desde que sale hasta que se pone.

Viña Las Cruces

TAN pequeña, en una terracita en lo alto. Cantándole a ella se canta a Rioja Alavesa.

«Las cruces» atravesó el túnel del invierno, desafió granizadas, la nieve pintó su cuerpo de nácar, el agua cayó azotando la rugosa piel de sus cepas durante el pasado mes de marzo… Al mirarla, veo una superviviente nata sobre la tierra que la alimenta.

No tendrá más de 0,3 hectáreas de extensión, tan fina, tan bien plantada y podada, tan labrada, tan bien guiada, en formación de dar el fruto soñado.  

En algunas de sus yemas ya está brotando la primera savia. Así que he dejado de preguntarme cómo le fue en el invierno, para saber que ya se está preparando para dar fruto en septiembre o en octubre.

Viña Las Cruces

MUY CERCA navegaba el EBRO sobre sí mismo, bajo la atenta mirada de la arboleda.

Orientada al sur, recibe con los brazos abiertos el sol, al igual que hará todos los días de primavera y verano de 2018.

Parece que se basta ella sola para tirar adelante, pero esta viñita tiene quien la escriba, quien la pode, quien la cuide, quien le quite las malas hierbas, quien remueva la tierra con la vieja azada y con las nueva maquinaria. Un amante que se esmera en sus cuidados.

Viña Las Cruces

SI FUERA UNA NAVE, la pequeña viña tendría su mascarón de proa.

La miro. Veo fertilidad e inocencia. La contemplo calibrando los más de mil kilos de uva que dará. Sonrío y pienso: “Oh Baco, alguien se beberá las 1000 botellas de vino en que se transformarán las uvas de Las Cruces”.

Voy por la carretera desde Briñas hasta Leza. Miro por doquier y veo las viñas desiertas. Apenas cuento cuatro viticultores. Un viajero profano pudiera pensar que las viñas se mantienen solas, pero bien sabemos que sin los agricultores no hay partido, ni uvas, ni cepas, ni viñas, ni vino, ni palabras escritas. Nada.

Viña Las Cruces

TOMANDO distancia, arriba a la izquierda se ve la grandeza de una viñita que suma.

Me cuentan que ha venido gente agricultora de tierras lejanas, gente que sabe de viñas. Me cuentan con orgullo que a esa gente le ha llamado poderosamente la atención lo bien cuidadas que están las viñas en Rioja Alavesa.

Desde que se terminó de recoger la vendimia pasada, en octubre, ha habido en estos campos de la Comarca poda y más poda.

Ahora el terreno no se puede mecanizar porque está muy húmedo, agua muy bien caída. Esa es la razón por la que hay menos gente en el campo. La tierra está muy tierna, de tal manera que cualquier corzo o jabalí dejará su firma en la viña a nada que recorra de puntillas la noche y sus alrededores.

Viña Las Cruces

HUELLA de un animal que pasó de puntillas junto a «Las cruces».

Terminada la poda de las cepas, ahora mismo no hay un trabajo urgente que hacer. Por eso “Las cruces” abraza todo el sol que amanece bajo la Sierra, rebañando hasta el último rayo. Qué paz, qué belleza, qué hermoso silencio. Ya vendrá la espergura, la poda de verano, los agricultores con sus cuadrillas, que si hay que echar sulfato, que si hay que despuntar, que si hay que espergurar. Ya llegará… No hay prisa alguna.

¡Oh Baco, quien se beberá este hermoso silencio del paisaje excepcional universal!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Recibe nuestras novedades

Newsletter

Acepto que Blog Rioja Alavesa utilice mis datos para acciones de marketing

Rioja Alavesa
Hazi
Cuadrilla de la guardia