Julio Flor / Rioja Alavesa.
El pasado viernes, según la Casa del Vino, al menos un centenar de hectáreas de viñas han perdido en la Comarca la cosecha “de manera muy importante”, debido a una gran precipitación de agua y granizo.
Sobre el campo de viñas han quedado en pie las cepas con sus heridas abiertas, como surcos de silencio. Por sus finos tallos, en su piel vegetal desgarrada, sangran las uvas de vino que ya no vendrán.
Primavera herida por la que mana un vino invisible. Vid delicada abierta al sol, a la caricia del agua, a la mano materna del agricultor. Vulnerable al granizo y la helada, a la inclemente lluvia, al mildiu o el oidio, amiga de la alegría, hoy estás en el origen de alguna lágrima amarga.
Temblaste ante la tormenta con tus hojas mermadas, como una bandera hecha jirones. Has quedado desangelada, sin aire, sin la fuerza necesaria para volver a danzar en medio del campo con tus frutos, prometida como estabas al verano.
Tus brazos de sarmiento habían pintado de verde la tierra, de cosecha amplia, de un océano de esperanza, de hojas y uvas con vocación de estandarte para la excelencia.
Cada herida tiene hoy la forma de un racimo imaginado, de un mosto derramado, de un vino que fermenta en un trujal de almas palpitantes y miradas sin reproche, reconciliadas con la naturaleza.
Al final de la batalla, tras la tormenta antojadiza caída aquí y no más allá, ojos viticultores cuentan las heridas, viña a viña, cepa a cepa, rama a rama. Mientras… bajo la tierra y sus charcos de barro, la cepa sigue adelante en silencio, con su herida abierta.
Alguien dirá que la Naturaleza ha hablado con furia por boca de la tormenta. Que lo traduzca quien entienda de truenos y agua congelada. A tu lado, sentada en el renque, herida junto a ti, una viticultora escucha tu herida, que es la suya:
“Aquí estoy delicada niña, cepa cultivada, besando tus heridas, desgarrada contigo, a la vez que inquieta y soñadora. Ay, si pudiera curar tus lesiones”.
“Déjame decirte, niña herida, que tus racimos diminutos han florecido en mi pecho, que tus uvas nunca nacidas son ya un buen vino en la cuba de mi corazón”.
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Adelante ! Siempre hay camino que andar !
Gracias, Alain
Qué decir. Es un texto que emociona. Un gran homenaje al fruto del trabajo generoso y entregado de l@s agricultores.
Para que se lea y se comente en todos los colegios de Rioja Alavesa. Un canto a las cepas heridas. Ojalá se pueda hacer.
Gracias, Begoña. Que lo hayas leído tú, con esa consideración, también emociona.
Trasladar para empezar mi solidaridad con los viticultores. Ahora y siempre.
Después quiero hablar de mis dos sentimientos tras la lectura de este viñedo poético: Por un lado, me ha llevado a sentir la pena callada de los que entienden que esto forma parte de su oficio, expuesto tanto a los giros del mercado como a los giros climáticos. Por otra parte… me ha encantado, sencillamente me ha encantado. Enhorabuena, Julio.
Gracias, Jon
Normalmente se canta la Vendimia, el éxito, la coronación, la cúspide, el fruto maduro que ha sorteado las adversidades del año.
Es muy hermoso cantar a la cepa herida. Hay que tener sensibilidad y amor por Rioja Alavesa, no puede ser de otra manera.
Gracias, Aguilera. ¿Se nota, eh? Mi amor por la Comarca, y por su maravillosa gente.
Julio Flor, el canto a la Cepa Herida es lo mejor que he podido leer.
Gracias, Rosa.
Podemos dedicarlo entre los dos a la memoria de Manu, enamorado de estos vinos, los de las cubas de madera de roble, y los de la cuba del corazón.
Como buena Sarmiento me han afectado mucho las últimas tormentas. Claro que contadas por ti son pura poesía y la herida cicatriza rápido
Gracias, Carmen. Eres una amiga