Me costaba creer que la viticultora de Eskuernaga, Loyola Martínez de Cañas, acuda todos los días al campo a visitar o a trabajar en las viñas que su aita Lorenzo y ella cultivan en Rioja Alavesa.
Apagada la grabadora, volví a preguntarle algo escéptico por tan rotunda afirmación. “¿Realmente acudes a las viñas todos los días?” “¿Es posible tanta entrega, tanta dedicación? ¿Es posible tanto amor por la viticultura?”
Fue entonces cuando me dijo algo que aumentó mi asombro. Algo que no he escuchado a ningún otro viticultor/a, ni leído en las entrevistas realizadas a otros campesinos en cualquier otro paisaje de viñas y vino.
.- ¿Cómo dices?, le pregunto incrédulo.
Las conozco a todas.
Las conozco como el pastor conoce a todas sus ovejas, o el ganadero sabe el nombre de todas sus vacas. Gracias a Dios tengo la suerte de ser autónoma y vengo a la viña todos los días que quiero, cuando quiero y como quiero.
Queda dicho. Y escrito. Nadie que manifieste algo parecido podrá señalar en cualquier otra zona vitivinícola que nunca se publicó algo parecido.
“Siempre estoy pendiente de todas las viñas, de tal manera que pienso en ellas según las circunstancias climáticas. Y me digo “con este sol de hoy tal viña estará sufriendo”, o este otro sol “me va a machacar las uvas”, o “esa piedra que ha venido por aquí, seguramente me ha pillado tal viña”.
.- Me sorprendes, Loyola. Una viticultora que conoce todas sus cepas, teniéndolas ¡a miles!
Sabes en qué cepa sale más hierba, a cuáles las tienes que ayudar con un poco más de abono, en cuáles no tienes que echarlo, en qué cepas tengo que hacer una cava para que salga el agua… en fin, no quiero aburrirte.
.- ¿Tienes cepas favoritas?
Las tengo, como tengo viñas favoritas.
.- ¿Cómo son tus cepas o tus viñas favoritas?
Son cepas y viñas que nunca te defraudan. El otro día lo hablaba con mi padre vendimiando, y me decía: “ha salido -en una viña que tenemos ahí abajo-… ¡ha salido más uva de la que teníamos prevista!… incluso un remolque más de uva”. Le contesté: “Aita, estas viñas nunca nos dejan atrás”.
Este año las ha apedreado la tormenta, otros años se han helado, y siempre todo lo que le hemos hecho después a la viña, la viña te lo agradece con creces.
.- ¿Como te lo agradece?
Vienes aquí con un azadón, labras algo, le quitas cuatro hojas, le cortas un sarmiento, y las uvas que te va a dar la viña van a ser de una calidad superior. La viña te agradece que le eches un camión de tierra, que le quites unas raíces que han salido de aquella manera, que la espergures, que la desnietes, que la podes… es como si la viña supiera que todo eso lo haces por su bien.
.- Hablas de viñas, y parece que hablaras de seres humanos.
Ellas son como nuestros hijas, como nuestros hijos. Este es mi sentimiento como viticultora, ni más ni menos.
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De estatura, Loyola no parece muy alta, pero la fuerza y la sinceridad de lo que dice deja sentir que es enorme. Un fuerza de la naturaleza. También un soplo de inspiración. Gora Arabako Errioxa
Eskerrik asko, Sergio Martin. Un cordial abrazo.
¡Loyola! ¿Qué gozada leyendo tus palabras! Eres el ama de tus viñas a pesar de tu juventud. Me has recordado a mi padre, que amaba sus viñas y lloraba cuando tuvo que venderlas. Me decía que eran muy agradecidas y recompensaban todos sus cuidados.
¡Enhorabuena por tus sentimientos de viticultora! ¡Una gozada!
Antonio! Me alegra que las palabras de Loyola te traigan recuerdos, como si desde la distancia tu padre te enviara una carta con alma, y la emoción de unas lágrimas. Me hace sentir -permíteme la confesión- que soy en parte un «periodista vitivinicultor» que transforma las palabras de uva en vino de sentimientos compartidos.
Muchas gracias por las tuyas. Un cordial abrazo.
Me gusta Loyola. Entregada como viticultora. Fuerte, sencilla, sensible, con las cepas que son su vida. Le pasa como a mí con mi perro y mi gato, ella también humaniza sus cepas. Las quiere. Gracias Loyola por tu gran aportación a nuestra tierra.
Muchas gracias, Elvira. Saludos cordiales.