EN LOS LIENZOS de la muralla de Ávila están escritas muchas historias. Cuando se levantó, allá por el siglo XII, para su alzado se utilizó una parte de las ruinas de la antigua ciudad romana, amén de la nueva piedra traída de canteras no muy lejanas.
M. Rafael Sánchez *
Roma ya tuvo una fortificación sobre la que se construyó la muralla medieval que, en parte, se levantó con piedras de los enterramientos romanos, donde aquellos derramaron el vino con un sentido espiritual de reencuentro con los muertos, enviándoles su ofrenda con toda la fuerza de la vida terrenal.
El material de origen romano utilizado es fácilmente reconocible. Primero por la piedra, pues es granito gris azulado en contraste con la arenisca usada al levantar la nueva muralla. Ese material se encuentra, sobre todo, en el lienzo este, entre el llamado arco de San Vicente y el arco del antiguo Alcázar. Precisamente junto a la Basílica románica de San Vicente se encontraba el cementerio romano, alzándose esta Basílica probablemente sobre un antiguo templo romano.
Los enterramientos romanos podían ser por inhumación o incineración. Cuando este último era el caso, se utilizaban dos piedras. Una -cista o cinerario- iba a contener las cenizas, mientras que la otra -cupae- taparía la oquedad de la cista donde se depositaban esas cenizas. Las cistas eran medianos bloques de granito con una oquedad rectangular u oval, según se aprecia en las imágenes, y tenían un canalillo que no cubría la cupae y que cumplían una función religiosa.
A lo largo de la muralla son decenas y decenas de piedras romanas las que se reutilizaron al desmontar el cementerio romano, según estudió hace décadas el historiador Emilio Rodríguez Almeida. Lo que había tenido una función religiosa y de honra a los muertos pasa a ser material que se aprovecha para alzar los muros.
Podemos ver cistas, cupae, estelas, cipos, columnas, etc., entremezclándose con las piedras areniscas medievales o con otros enormes bloques graníticos de origen romano, quizás provenientes de la antigua muralla, quizás de otras construcciones religiosas. De esta manera la muralla nos va contando sus historias.
Al vino lo asociamos a la fiesta y la alegría, pero antiguamente tenía un sentido más espiritual y religioso. Su consumo debía provocar la unión con el dios mediante el éxtasis, según recoge Biedermann en su Diccionario de símbolos. Y también podía ser consumido por los muertos, pues la sangre de las uvas se la asocia simbólicamente a la sangre humana, que es la fuerza de la vida. En el ritual cristiano de la comunión se recoge tal simbología arcaica proveniente de culto al dios Dioniso-Baco, dios del vino y del culto orgiástico, que estaba asociado a ritos agrarios.
Así, para que los muertos ‘consuman’ tal elixir, se hacía en las cistas un canal donde se derramaba el vino -también otros líquidos, como perfumes y leche- para que de esta forma llegara al difunto. Se hacía el ritual en días determinados y era una forma de conexión entre vivos y muertos, siendo esas libaciones (de ofrenda y encuentro) los intermediarios entre ellos.
El vino ha representado la transformación y la exaltación de la vida. Por eso, los seres queridos que nos han ido dejando, tenían que seguir disfrutando en el más allá, de lo mejor de esta vida terrenal, seguir celebrando las alegrías que dejaron en la Tierra. Así lo sentían los pueblos de fusión romano-celta que habitaron hace dos mil años estas altas tierras meseteñas.
*Maestro, pintor. Autor del libro ‘Basílica de San Vicente de Ávila. Sus orígenes precristianos’.
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Cuánta historia y cultura esconde el Vino! Siempre interesante leerte querido Blog!
Muchas gracias, querido Alain. Un abrazo.
Me ha encantado la historia. Como siempre, aprendiendo con todo lo que nos contáis. El vino es un arma cargada de pasado y de futuro (gracias Celaya). Nos vincula fuertemente a los vivos. Y tocas más teclas que tiene un piano!
Muchas gracias, Juan Aguilera. Claramente nos vincula a los vivos, y cómo. Pero…
«Trae el vino negro -pidió el poeta argentino Luis Benítez-
Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas.
Ellos despertarán con sus besos,
la gloria, en nuestros entristecidos corazones».
Ya ves! Un fuerte abrazo.