Mensaje de Navidad del «Caminante del Alma» para los niños de Rioja Alavesa, un fértil lugar para crecer.
El Caminante del Alma *
En estas ocasiones me suelo preguntar si estaré chiflado.
Estoy en tierra de Rioja Alavesa, finaliza el año y podría pensarse que, con ello, la vida. El ambiente se halla quieto y frío, como si la congelación fuese el único modo de sobrevivir.
En el pueblo a las primeras horas se corre de casa en casa, de casa a la tienda y al cajero de la sucursal.
Ahora pocas chimeneas elevan el humo de los hogares a parlamentar con las nubes grises. Solo las de algunas casas humildes en las que se alojan emigrantes temporeros.
Es invierno en las tierras socarradas por la Sierra de Toloño. Para mí es un tiempo de peculiar inspiración. El aire corta y el territorio se hace inhóspito y desolador. El viento tibio y el pardo de la tierra dialogan con un horizonte azul, también tibio, rasgado por cenefas turquesas.
De bullicio, trajines de laboreo, música de gaitas, cantos y colores del generoso jardín… nada de nada.
El campo quieto y solemne se encuentra alimentando su organismo para reproducir la energía de la que volverán a nacer sus tesoros.
En este tiempo, madrugar es una pequeña hazaña que probablemente sólo la entiendan las sabias palomas del campanario.
Me doy cuenta de que hoy será casi imposible realizar algún apunte de acuarela al natural. Me quedaría helado. Lo substituyo captando impresiones para resucitarlas en casa.
Cruzo el pueblo acompañado por el sonido del bastón. Desde una furgoneta embarrada, los profundos ojos de los temporeros de la poda me observan con extrañeza. Solo ellos pisarán ahora los campos y hablarán con las cepas. También lo harán ciertos propietarios, pero cada vez son menos.
Los viñedos se hallan empapados y calentarán los almuerzos con sarmientos recientes. Algún pajarillo migratorio lucha contra el viento, las bandas de estorninos son más pequeñas y silenciosas, como hartos de racimar.
Al paso levanto una perdiz y le mando un abrazo deseando que se libre de los sempiternos pisoteadores de la naturaleza que en las salidas de caza agotarán, incomprensiblemente, cuerpo y alma para matarlos.
Aún con niebla y cuando las primitivas normas que rigen la caza lo prohíben, he tenido que escapar de las orillas del Ebro porque se estaba cazando “a bayoneta calada”.
¡Quién diría que en este mismo paisaje que ahora abarco -helado, pardo y solitario-, volverá a surgir la vida de un jardín incomparable, quién lo diría!
Mi bastón y yo sabemos lo que el silencio, el frío y la escasa luz prometen y ello nos hace caminar ligeros y alegres disfrutando de la quietud del escenario donde nuevamente la naturaleza interpretará su genial y riquísima obra.
Con la puntera rompo el hielo de los charcos y me deleito con algún racimillo de uva pasa helada, un manjar mayormente inalcanzable. La sierra cobija nieve en los socaires e imagino sus cimas heladas donde en verano descanso contemplando la panorámica de esta maravilla de tierra.
Cruzo viñas en las que distingo las huellas heladas de conejos, jabalíes y tejones, pensando que quizás desde alguna guarida no muy lejana me observan y escuchan atemorizados el crujir de la tierra escarchada que piso.
Debe escasear comida para los buitres porque pocas veces se les distingue planeando sobre la ribera del Ebro.
Me cruza un tractor cargado de gavillas y brazos de cepas con el conductor que me saluda abrigado y encogido.
En el mismo lugar de siempre y bajo el mismo manzano, sobrevive alguna manzanita amarilla y arrugada que conserva un sabor fresco y goloso. Una delicia.
La hojarasca está amontonada y prensada en ribazos y recodos. Quedan pocas hojas libres para volar como pajarillos que revolotean de viña en viña.
Me han regalado recientemente el uso y disfrute de una casetita de piedra enclavada ente viñas que mide tres por cinco metros, a la que ahora llego en mitad de la caminata. Tiene fuego y un banquito a la sombra de un pino. No hay nada más.
Al frente unos arbolitos y una extensión de viñedos donde se pierde la vista. En ella me encuentro en el centro del universo. Enciendo el fuego y paseo con la vista. Oigo el chisporroteo de la madera y me dejo embrujar por el humo que rodea el refugio.
Silba el viento y todo está quieto. Nada amenaza, todo promete y es sosiego. Por ser Navidad fijo el pensamiento en los niños y se me ocurre contarles cosas sencillas, alegres y bonitas que un día, aquí en su Rioja Alavesa o muy lejos de ellas, pudieran servirles para que la vida no los rapte con baratijas y traicioneros sueños, discurriendo por ella con alegría, bondad y entusiasmo. Tomo notas en mi inseparable cuadernito.
Que entre todo lo que sus corazones sean capaces de querer, también amen a su bella y fecunda tierra porque siempre ha sido y será un fértil lugar para crecer.
Con estos pensamientos guardo el cuadernito y me arrimo más al fuego. Luego dejo mi refugio de piedra y barro con aromas de fogata y ensoñaciones, regresando al hogar por un camino distinto, haciendo preguntas al cielo que, ahora, yo mismo me atrevo a contestar.
Quiere el sol asomar por entre nubarrones, pero parece que estos le convencen de que lo que en esta época requiere Rioja Alavesa es la tibieza del aire helador y mucha humedad para empapar profundamente la tierra.
Promete regresar con todo su esplendor en primavera.
*José Ramón Elorriaga Zubiagirre.
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Buena lectura para acabar el día. Seguro que me aportará plácidos sueños de sosiego en este fantástico paisaje tan bien descrito.
Gracias Joserra.
Muchas gracias, Piti Alfaro. Saludos cordiales.
Cuánto tiempo sin sentir, leer, escuchar la palabra gavilla… ay!
Preciosas palabras y preciosas pinturas.
Muchas gracias por expresarlo, Lola Fernández. Besos
¡Qué envidia me dan los poetas que en dos atinadas frases resumen realidades que a otros nos cuestan folios y folios¡
¡Qué envidia me dan los pintores que con dos trazos resumen paisajes y vivencias¡
Empezamos muy bien el año: El Caminante del Alma ha vuelto al blog. Mil gracias Joserra por regalarnos estos momentos de placer al amanecer.
Qué bien, qué alegría. Un abrazo, Miguel.
¡Qué alegría! ¡Qué sensibilidad! ¡Qué dominio del trazo y de la palabra!
Una lectura reconfortante.
Bien, Fernando. Muchas gracias. Saludos cordiales!
Este Blog es un regalo. Una conjunción de creación diaria en una paleta amplia. Están los agricultor@s, los bodeguer@s, los articulistas, los periodistas, etc., de tal manera que aquí queda registrada la sonrisa del paisaje, el retrato de las inquietudes y preocupaciones de la Comarca, la fuerza de la Naturaleza.
Se captan las raíces de Euskadi y las ramas del mundo. Se plasma la cultura… José Ramón Elorriaga, el Caminante del Alma, se encuentra muy bien arropado.
Eskerrik Asko!!
Eskerrik asko, Kepa. Tú también contribuyes con tus comentarios a la paleta de colores del Blog. Besarkada handi bat.
Gracias Joserra por hacernos soñar con los colores del invierno
Gracias, Blanca. Saludos
Qué maravilla poder compartir algo tan bonito y tan bien descrito como esos Campos de viñedos riojanoalaveses, aunque sea a través de la escritura siempre bien maridada con tu pintura y tu sensibilidad. Gracias por deleitamos con esta maravilla.
Muchas gracias por escribirlo, Candelas. Salud