Hace más de cincuenta años, concretamente entre 1966 y 1970, solía pasar yo un mes al año (por agosto) en Rioja Alavesa.
Jesús Altuna *
El lugar de estancia era un tanto extraño. Ningún hostal, ni casa de Laguardia, Labastida, Elciego u Oyón. El lugar era la cueva de Los Husos (Elvillar), bajo uno de los farallones meridionales de la Sierra Cantabria.
En ella vivíamos, día y noche, mientras realizábamos excavaciones arqueológicas, dirigidas por J. M. Apellániz, en su yacimiento prehistórico. Nos acompañaban una veintena de alumnos, dos de los cuales, turnándose, acudían diariamente a Elvillar a comprar los alimentos del día.
Desde el saco de dormir contemplábamos el amanecer. Por las tardes disfrutábamos del ocaso desde el rellano existente delante de la cueva. Los calores del día no nos afectaban, pues trabajábamos en el interior de la misma. Desde esta atalaya divisábamos la trilogía de cultivos que se instaló en la Comarca varios milenios atrás: el trigo, la vid y el olivo. Pan, vino y aceite.
Años más tarde y a raíz de las excavaciones arqueológicas que realizó A. Llanos en el gran poblado de La Hoya (Laguardia), el citado arqueólogo me confió el estudio de los restos faunísticos que aparecían en el yacimiento. De ellos nos encargamos mi mujer, K. Mariezkurrena, y yo. El material era inmenso: decenas de miles de huesos. Pero el resultado de la investigación fue también altamente gratificante.
Entre todo este inmenso material apareció en el nivel Celtibérico, datado entre el siglo IV y III antes de Cristo, un puñado de 54 huesos preciosos, pertenecientes a especies que aparecían por vez primera entre los restos faunísticos de los yacimientos vascos.
Once de los 54 huesos pertenecían al asno: 4 molares, 1 escápula, 1 húmero, 2 metacarpos, 1 astrágalo, 1 metatarso y 1 falange primera. Todo un tesoro. Por vez primera entre los miles y miles de huesos analizados hasta el momento en tantos y tantos yacimientos vascos.
El asno entró al Pais Vasco por Rioja Alavesa.
El asno, llamado también pariente pobre del caballo, es un animal de albarda, para ser montado, para portar carga y también para tirar de carruajes diversos. Es animal que ha prestado y presta grandes servicios en nuestros caseríos, pero que tradicionalmente ha sido muy mal tratado.
Bien es verdad que tiene fama de terco, carácter éste de la terquedad, que parece existir ya desde la burra bíblica de Balaam, si bien ésta tenía razón sobrada para serlo (Biblia: Números 22, 22-33). En todo caso es acertada la medida tomada el año de 2016 (tan tarde!) en Vitoria, de prohibir la carrera de burros que venía celebrándose cada 25 de julio desde 1962, en la que este animal sufría inútilmente dolor y vejaciones.
“Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él los domingos por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo vestidos de limpio… se quedan mirándolo: Tien’ asero… Tiene acero. Acero y plata de luna al mismo tiempo”, dice Juan Ramón Jiménez en “Platero y yo”.
No en vano lo representaron el Giotto y Fra Angélico tanto en la huída de la Sgda. Familia a Egipto, como en la entrada última de Jesús en Jerusalén.
¿Y los otros 43 huesos? Porque hemos dicho que fueron 54 los novedosos. Los otros 43 huesos pertenecían a un mismo ejemplar de gallo. Estaban presentes todas las partes del esqueleto, columna vertebral, alas y patas, salvo el cráneo. Los dos tarsometatarsos con su gran espolón indicaban claramente el sexo masculino del ejemplar: un gallo.
En Rioja Alavesa se escuchó por vez primera su canto dentro de nuestro País. En Rioja Alavesa dejaron de golpear los hombres la roca antes de amanecer para que saliera el sol, según dice una leyenda vasca. El canto del gallo se encargó de hacer salir al astro rey, antes que en los demás lugares.
* Arqueólogo, paleontólogo y antropólogo, nacido en Berastegi (1932), profesor jubilado de la UPV-EHU y miembro de Jakiunde.
Suscríbete a nuestra Newsletter
Acepto que Blog Rioja Alavesa utilice mis datos para acciones de marketing
Recibe nuestras novedades
Newsletter
Acepto que Blog Rioja Alavesa utilice mis datos para acciones de marketing
Es un bonito artículo. El valor inconmensurable que las cosas más pequeñas tienen para la investigación. Unos huesos de asno, solo de asno, pero qué importantes para conocer cómo éramos.
Los grandes maestros, como Jesús, deberían contarnos sus vivencias, anécdotas, para que cosas como éstas, que parecen nada, y no lo son, no se pierdan.
Grscias, Jesús.
Lo pequeño es GRANDE. Gracias, Javier Fernández Eraso. Saludos cordiales.
Qué bonito acercarse desde el hallazgo arqueológico al texto poético.
Teresa Guillen en Boston me comentó que Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí la invitaban con otros niños excluyendo a los padres en fiestas llenas de gracia y ternura.
Gracias, Victoria. Saludos!
Gracias a Jesús Altuna y a tantas personas que anónima y desinteresadamente han trabajado para que conozcamos mejor nuestra historia. Me han encantado dos frases (El asno entró al País Vasco por Rioja Alavesa//En Rioja Alavesa se escuchó por vez primera su canto -del gallo- dentro de nuestro País) que nos hablan de la gran trascendencia que tuvo esta comarca en el desarrollo agrícola de Álava.
Gracias, Miguel. Saludos!
Magnífico!!!
Me queda la duda si el pueblo y sus instituciones han premiado como merece el trabajo y la dedicación de Jesús Altuna.
Zorionak, eta eskerrik asko!
Gracias, Kepa Urdangarin. Merezi dut. Saludos cordiales.
Qué bonito artículo! En lo sencillo…está lo esencial! Un burro y un gallo, ambos del siglo IV a.C. Gracias Jesús Altuna por tus hallazgos y tus trabajos!!!!
Gracias, María Elena. Muchos saludos